Guyana y Surinam, las olvidadas de Suramérica – Por Gerardo Szalkowicz

En el último tiempo se realizaron elecciones generales en Guyana, donde hubo un cambio de gobierno después de 23 años, y en Surinam, donde ganó el presidente Desi Bouterse y se encamina a la reelección. Poco y nada dieron cuenta de esto la gran mayoría de los medios de la región. Más allá de las naturales barreras culturales e idiomáticas que nos separan, queda al desnudo una de las falencias que arrastra el vigoroso proceso de integración latinoamericana que avanzó con dinamismo en la última década: América de Sur sigue ninguneando en su inconsciente colectivo la región que se recuesta sobre el hombro derecho de su mapa.

En esa zona del continente, al norte de Brasil y al este de Venezuela, se ubican Guyana (independizada del Reino Unido en 1966), Surinam (que se liberó formalmente de Holanda en 1975) y la Guayana Francesa, que todavía se mantiene como enclave colonial.

Es cierto que varios factores conspiran para acercarnos a estos pequeños países. Al haber sido colonizados por potencias distintas del resto de Suramérica, recorrieron un hilo histórico divergente; tanto Guyana como Surinam tardaron mucho más en transformarse en repúblicas y su idioma oficial es el de sus antiguas metrópolis (inglés y neerlandés), además de continuar atravesadas por un fuerte lazo político, económico y cultural con sus ex amos.

Así y todo, la época histórica nos exige una cuota de generosidad con estos pueblos para caminar hacia una integración más amplia. Con ese propósito, va un breve pantallazo sobre el ADN y la actualidad de estas naciones.

Restauración conservadora en Guyana

El territorio que las tribus arawak y caribes habían llamado Guayana (“tierra de muchas aguas”) fue invadido por Holanda a fines del siglo XVI y pasó luego a manos de los ingleses para consolidarse en 1831 como Guayana Británica. Tras la independencia en 1966 y su conformación como República Cooperativa de Guyana, toma las riendas del país el partido People’s National Congress (PNC) hasta que en 1992 lo derrota el People’s Progressive Party (PPP), de impronta inicial de izquierda, que aportará la curiosidad de posicionar en 1997 a Janet Rosemberg Jagan (además judía y nacida en Estados Unidos) como la primera mujer en el continente que llega a presidenta por la vía electoral. El partido se va aggiornando hacia un perfil más socialdemócrata, aunque mantiene buenas relaciones durante este siglo con su líder vecino Hugo Chávez, a quien el saliente presidente Donald Ramotar llegó a decirle: “Usted es una inspiración para los amantes de la paz y la libertad en todo el mundo”.

Tras 23 años en el poder, el 11 de mayo pasado el PPP pierde las elecciones por menos de cinco mil votos y retorna el PNC, ya con otras siglas y junto a otros cinco partidos aliados. Asume el líder conservador David Granger, un general retirado formado en el Reino Unido. Su plan de gobierno prometía “invitar a compañías petroleras internacionales a intensificar su exploración y esfuerzos de desarrollo”, lo que atrajo el beneplácito del gobierno estadounidenses, que en un comunicado expresó “su esperanza en el nuevo líder” y el compromiso “a trabajar en colaboración con el nuevo Gobierno”.

Apenas asume, Granger se encarga de reavivar la histórica disputa territorial con Venezuela al autorizar a la petrolera norteamericana Exxon Mobil a explorar en las aguas que están frente a una zona conocida como el Esequibo o “Zona en reclamación”. Ese territorio, ubicado en una posición marítima geoestratégica y repleto de inestimables recursos minerales, equivale al 70% del territorio guyanés y Venezuela lo reclama desde hace más de 100 años cuando le fue arrebatado por el imperio británico. El conflicto diplomático alcanza gran tensión en estos momentos y muestra el rumbo que va tomando el flamante mandatario guyanés en política internacional.

En su breve historia, la realidad político-social de este país de 800 mil habitantes está marcada a fuego por la conflictiva convivencia entre los dos grandes grupos étnicos: los afroguyaneses, descendientes de esclavos que predominan en los centros urbanos, y los indoguyaneses, que habitan las zonas rurales y son producto de la migración de sirvientes traídos de la India para trabajar en las plantaciones de azúcar. De hecho, en el PNC prevalecen los primeros y en el PPP los segundos.

Surinam, gran mosaico étnico-cultural

En Surinam, el 25 de mayo pasado el Partido Nacional Democrático (NDP) del presidente Desi Bouterse logró 27 de los 51 escaños de la Asamblea Nacional. Como necesita el apoyo de al menos dos tercios del Parlamento para ser reelecto, se encuentra ahora en un periodo de negociaciones con los partidos opositores pero todo indica que conseguirá renovar su mandato.

Figura controvertida, Bouterse (69 años) dirige los hilos del país de forma intermitente desde 1980, cuando llegó a la presidencia mediante una rebelión militar (golpe de Estado según la prensa hegemónica) para implantar un gobierno nacionalista con algún tinte progresista, estrechando lazos con Cuba, la Nicaragua sandinista y la Libia de Muamar Gadafi. En 1999 fue acusado por el gobierno holandés por el asesinato de 15 opositores y por tráfico de cocaína, lo que le valió una orden de captura internacional que le impedía salir del país. Durante la primea década de este siglo se mantiene como legislador hasta que en 2010 logra ser elegido presidente. Desde entonces, ha venido incorporando al país a la agenda de cooperación regional, suscribiendo diversos acuerdos sobre todo con Venezuela.

El país más pequeño y menos poblado de América del Sur (551 mil habitantes), estuvo bajo el control de los Países Bajos desde 1815. Tras la independencia en 1975, cerca de un tercio de la población emigra a la metrópoli aprovechando su nacionalidad neelandesesa, lo que provoca una grave escasez de cuadros técnicos y profesionales.

También en Surinam, la vida política está signada por el entrecruce étnico-religioso, más complejo aun. En 1863, las colonias neerlandesas abolieron la esclavitud y la mano de obra fue sustituida por inmigrantes indios y javaneses. Se fue conformando un mestizaje único en la región con la presencia de grupos migratorios de los cinco continentes: a los descendientes de indios, africanos, indonesios e indígenas americanos se les sumó la presencia migratoria europea (sobre todo de Holanda) y china.

Romper las barerras

Si bien Guyana y Surinam arrastran todavía el aroma de la huella histórica del coloniaje y han venido tejiendo una relación mucho más estrecha con los países anglohablantes de la región -de hecho son miembros de la Comunidad del Caribe (Caricom)-, su ubicación geográfica de a poco los viene arrimando para estos lados, sobre todo desde la conformación en 2008 de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), de la que ambos países forman parte.

En definitiva, empezar a mirar hacia allí, incluirlos en el ideario suramericano, aparece hoy como una de las tareas de la etapa para avanzar en el sur de Nuestra América hacia una integración más completa.

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