“Brasil partido al Medio: O Globo y Veja en la ruta destituyente”. Artículo del sociólogo argentino Jorge Elbaum en el que reflexiona, a partir del caso brasileño, el rol político de los monopolios mediáticos y sus conexiones con sectores conservadores [ESPECIAL PARA NODAL]

Por Jorge Elbaum*

La ofensiva de la casi totalidad de los medios de comunicación contra el gobierno de Dilma Rousseff pone en cuestión nuevamente en América Latina el rol de los monopolios discursivos y sus empatías políticas. El caso brasileño se suma a la larga lista de gobiernos populares atacados sistemáticamente por versiones hegemónicas que tributan más a sus anunciantes y a sus lógicas económicas que a los resultados electorales democráticos de cada país.

Los centros mediáticos ya no disimulan sus favoritismos porque la disputa por el “sentido” de la legitimidad política se ha hecho mas flagrante: por primera vez en la historia de América Latina existe un conglomerado de fuerzas progresistas y de izquierda que desafían en bloque la corriente central del capitalismo. La campaña noticiosa basada en denuncias de corrupción tiene como objeto inicial fracturar la base social del gobierno petista mas que cuestionar las bases estructurales que explican los fenómenos de circulación de dinero negro, fenómeno en el que los propios medios de comunciación son participes y beneficiarios.

En las últimas semanas el conocido analista político de la Red O ‘Globo, Ricardo Noblat, presagió (con un claro énfasis de deseo) “Los más apurados dan por probable que septiembre no llegue a su fin sin que antes Dilma se vaya del poder. Por las buenas o por las malas. Por las buenas, por medio de la renuncia (…) por las malas mediante la iniciativa jurídica en algunos de los frentes donde ella enfrenta serios problemas.” Este arsenal de comunicación publica es el que ha decidido dar la batalla desde el primero de enero de este año, fecha de la asunción del segundo mandato de al presidente brasileña. El accionar comunicacional se basa en una campaña de deslegitimación política, exigiendo la renuncia o el juicio político en el congreso (impeachment).

La agenda comunicacional de Vejà y O´Globo reclama el fin del actual gobierno democrático y lo expresan convocando a movilizaciones callejeras. Erick Bretas, director de Medios Digitales del conglomerado Globo, hizo transparente su orientación cuando en su propio Facebook invitó a concurrir el último 15 de marzo en Río a una manifestación de la oposición para pedir el juicio político de la primer mandataria. Dicha movilización inauguró la consigna “Fuera Dilma” y fue difundida por las propias usinas opositoras como una convocatoria “espontánea” de la “ciudadanía”. El grupo Globo pertenece al emporio de la familia Marinho quien ha crecido empresarialmente durante las décadas del 60 y el 70, en el contexto –al igual que Clarín en Argentina- de dictadura militar. La lucha política que desarrolla contra el partido fundado por Lula se realiza bajo el amparo de una supuesta neutralidad y engarzado en la “libertad de prensa” de la que no gozan muchos otros competidores ni ciudadanos.

La agenda mediática oligopólica ha intentado ampliar la base de sustentación de su discursividad basándose en cuatro factores centrales (a) el escaso margen con el cual ha obtenido el PT su ultimo éxito electoral (b) la opción ortodoxa tomada por Dilma Rouseff de instituir políticas de recorte fiscal avalando las posturas del sector financiero, representado por el actual ministro de finanzas Joaquim Levy, hecho que debilitó la alianza interna que galvaniza el PT, en momentos de retracción internacional producto de la caída de los precios de los comodities y de las restricciones de la economía china, (c) el endeble sistemas de partidos que exige coaliciones parlamentarias amplias y al mismo tiempo inestables, y (d) el inicio del debate sobre un proyecto de Ley sobre medios de comunicación en Brasil destinado a cuestionar -al igual que en otros países de América Latina- la imposición de voces únicas y tendencializadoras.

Este ultimo elemento es el que aparece como catalizador de la decisión del semanario Veja y la Red O`Globo para enfrascarse en una campaña destituyente de Dilma. En enero último, luego de asumir su nuevo cargo como Ministro de Comunicaciones, Ricardo Berzoini anunció que abriría “un debate amplio y profundo” sobre la regulación de los medios de comunicación, vieja pretensión del Partido de los Trabajadores. Según las propias palabras de Berzoini, el debate sobre los medios implica “una forma de ampliar democráticamente las comunicaciones”. La oposición del ex presidente Cardozo –a través de su referente en el senado, Aloysio Nunes, del PSDB–, calificó de “tentativa criminal” por pretender “controlar la liberta de prensa” y buscar la regulación de los medios.

Tanto Vejà como O ‘Globo forman parte del conglomerado oligopólico de comunicación brasileño, cuya composición hegemónica, por si sola, explica la reacción contra el gobierno de Dilma. Los grupos SBT, Estado, Abril (Veja) , Record, O ‘Globo, Bandeirantes, Folha y RBS controlan el 65 por ciento de todo el aparato comunicacional de Brasil, no sólo en lo relativo a radio, prensa y TV. Expresan dos tercios de los canales televisivos, las radios, los periódicos, las revistas, las productoras de cine, las agencias de noticias, los portales noticiosos de internet, las productoras de cine y las editoriales. Este porcentaje de penetración de dos terceras parte de la “torta mediática” aumenta si se toman como referencia las audiencias: las tres cuartas partes de los consumidores mediáticos se “informan” y forman a través de esta poderosa red de legitimación opositora.

Si se “afina” el análisis sobre cada uno de los formatos comunicacionales, se puede apreciar la real incidencia de sus líneas editoriales desplegadas en la actual crisis política: el 98 por ciento del encendido televisivo corresponde a las grandes cadenas oligopólicas que facturan el 60 por ciento de la publicidad del formato. La Red O Globo, por si misma, monopoliza nada menos que el 45 por ciento de la audiencia total del país. La concentración también se da en la producción de contenidos: a pesar de que la Constitución brasileña se instituye el “fomento de la producción independiente” (Art. 221), no hay unas cuotas de cumplimiento efectivo y el 92 por ciento de lo producido y difundido es de absoluta responsabilidad de los propios medios oligopólicos.

Las iniciativas destinadas a ampliar los derechos comunicacionales afrontan dificultades porque son juzgados por los propios monopolios y sus socios como inconstitucionales por violar la libertad de expresión y de empresa y de concurrencia, negándole al propio Estado las capacidades regulatorias. Este posicionamiento también argumentado por el Grupo Clarín en Argentina ha motivado el juicio crítico de las relatorías de las Naciones Unidas y de la UNESCO que advirtieron sobre la utilización de la “libertad de prensa” como mecanismo para justificar practicas monopólicas.

Las diatribas utilizadas por los grandes voceros remiten a cuatro conceptos centrales: el caos, la violencia, la corrupción y la crisis económica. Sin embargo el programa que postulan incluye básicamente la vuelta al neoliberalismo mas crudo y frontal: el fin de las alianzas regionales expresadas por el Mercosur, la CELAC y Unasur y su sustitución por tratados de libre comercio con la Unión Europea y Estados Unidos. La apertura a la inversión extranjera y la reducción del gasto público con la consiguiente crecimiento e la desocupación y el abaratamiento de la fuerza de trabajo. En perspectiva histórica podría plantearse como un nueva ofensiva de reintroducir el ALCA dando por finalizado las perspectivas de integración latinoamericana.

Los analistas comunicacionales que evalúan el acontecer mediático en Brasil no dejan de realizar comparaciones y especulaciones en relación al sostenido conflicto existente en argentina con el grupo Clarín y su socio en Papel Prensa, el diario La Nación. Muchos de los propios activistas petistas subrayan la trascendencia que tuvo el accionar del kirchnerismo al desafiar frontalmente a los grupos mediáticos monopólicos, convocando a la sociedad civil a disputar espacios de significación alternativos a los difundidos por el oligopolio. La consigna con que se marchó el fin de semana último en las grandes ciudades de Brasil, “el pueblo no es bobo, abajo red o globo”, supone la posibilidad –o una nueva posibilidad– para debatir institucionalmente la necesidad de alternativizar las simbolizaciones, orientadas a derechizar al electorado brasileño.

Los sectores populares, progresistas y de izquierda de América Latina tendrán que poner nuevamente en foco la debilidad que supone contar con medios de comunicación que funcionan como partidos políticos de oposición. El desafío supone, entre otras cosas, cuestionar la creencia vulgar acerca del rol de los medios en términos de institucionalidad política: ya no son solo multiplicadores de significaciones ni ingenuos reproductores de distracción familia. Funcionan como legisladores exclusivos y excluyentes del sentido común destinados a imponer versiones del mundo acordes al clima neoliberal imperante en los centros de poder internacional. Frente a estas encrucijadas se volverán a polarizar los senderos. La bifurcación incluye alternativas de hierro. Por un lado más integración latinoamericana, más medios alternativos, máås democratización de las significaciones. O su contrario: más ajuste fiscal, más sometimiento neoliberal y más debilidad y miseria para la región.

*Sociólogo argentino.

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