Tres crónicas de La Garganta Poderosa (Argentina) en homenaje a Fidel Castro

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Hasta tu victoria siempre

Nunca hubiera alcanzado la portada del mes, ni la coartada de ningún diario, pero hoy gritamos otra vez desde el barrio con la garganta del pueblo cubano, para volver ser humano al mito que supo sostener su grito hasta hacerlo magisterio, sin directrices, ni recreo, ni capital, en las narices del imperio y su bloqueo criminal. “Pues compartiendo los ideales, por encima de los bienes materiales, nada podrá separarnos de ustedes”, ni las redes, ni la represión, ni la guerra, ni los misterios, “ni las paredes de la prisión, ni la tierra de los cementerios”. No, no será casualidad que dibujen la prosperidad de la Revolución como una “apertura” a la globalización, mientras los candidatos de las corporaciones se roban las ilusiones de los ciudadanos, vendiendo Derechos Humanos con la mano y la cara dura del neoliberalismo. ¿Eso no es “apertura al socialismo”? Apenas otro bocado para la contrarrevolución de la ira: “Nada más globalizado que la desinformación y la mentira”. Alca, alca, al carajo el periodismo servil y todas sus noticias, “porque cuando llora un pueblo viril, tiemblan las injusticias”. ¿O tanto nos cuesta mirar? Cualquier hijo de rico puede viajar al cortejo inmaculado de Davos, “pero fíjense qué lejos hemos llegado estos esclavos”, militando la paz de todos nosotros, frente al altar del egoísmo: “Si no sabe luchar por los otros, no sabe luchar por sí mismo”. Salió, entró y triunfó, aunque los televisores hablen de “letargo”, sin interpelar a los ejecutores de un embargo pergeñado desde el infierno, “que hubiera derrocado a cualquier otro gobierno”. Ni promesas sobre el bidet, ni dinosaurios por desaparecer: “Para poder usar Internet, hace falta saber leer”. Muy bien: “Para ser libre también”. Y por eso, sin malgastar en publicidad ni un solo peso, Cuba se volvió antónimo de arrogancia y sinónimo de educación: “La ignorancia será siempre una aliada de la opresión”. Ni libertad sin panes, ni panes sin libertad, podrían conformar los planes de una dignidad capaz de sobrevivir, sin nunca retroceder: “Nosotros sabemos resistir, pero además sabemos vencer”. Bajo el siniestro y oscuro techo de los tiranos, “nuestro futuro será siempre de los cubanos”, a espaldas del qué dirán, con la sonrisa de Elián y con sus 5 héroes en libertad, “porque no hay fuerza que pueda contra la verdad”. Y entonces quizá sea ahora, la nueva hora para sacarse la venda y destaparse los oídos: “Si me vuelven una leyenda, se lo debo a Estados Unidos”. Pero no, chabón, así no habrá galardón pacifista, ni reconciliación entreguista, ni gloria de papel, ni clase con retrato…

La historia, Fidel, ya te absolvió hace rato.

La Garganta Poderosa


Aquí no se muere nadie

La otra noche amanecimos dormidos, aislados, aturdidos, bloqueados, confundidos, sin vos. Perdón, sin voz, disfónicos de gritar frente a los vómitos del mar, como una pedagogía del empedernido, sin un solo desaparecido durante 100 años de soledad. Perdón, 90 peldaños de dignidad, con la garganta villera del suelo cubano, acunando la trinchera del pueblo latinoamericano dispuesto a escribir sus propios errores, sin oprobios, ni dictadores, ni un solo terrorista en la dialéctica fidelista. Los ojos lloviendo. Y las caderas riendo. Los guiños a la rayuela. Y los niños en la escuela. Una puntada en la panza. Y empachada la esperanza. Los ideales arrugados. Y los hospitales encerados. El show sin sonido. Y el cerebro encendido. Las marquesinas revolucionarias. Y las campesinas universitarias. Los cañonazos de salva. Y los abrazos a mansalva. La política sin sobres. Y los médicos para pobres. Los analfabetos a la diplomacia. Y los retos a la desgracia. La libertad encarnada en un país. Y una estatua pintada de gris. Los huesos molidos. Y los sueños enrojecidos. Los miedos enterrados. Y el malecón despierto…

¡Los puños cerrados!
Y el corazón abierto.

Qué lío, qué manera tan espantosa de levantarse, Comandante mío. Imaginatetú, particular “dictador”, cómo puede sentirse un sentidor, al verse sacudido por el ruido del televisor ante la catástrofe natural más artificial del relato capitalista, un tsunami de arrebato amarillista, arrancando tantos y tantos telefonazos, entre un aluvión de llantos y otro ciclón de payasos. Pero no, no hubo, ni habrá viento noticioso capaz de tumbar con su primicia al hombre de la cruzada por la valentía y la paz, ni con esa noticia inesperada, que la CIA no supo esperar jamás. Algo, alguien, evocando esa vocesita típica de los silenciados, oficiaba de locución bajo los párpados sedados por la madre de todas las pesadillas, miles de vientos huracanados contra el padre de todas las villas, en el medio del desconcierto.

No podía ser cierto.

Con el correr de los segundos y el volar de los terceros, esa estrella que dormitaba en los guerrilleros volvió a iluminar nuestras caravanas, estirando sábanas africanas, levantando vetos alfa y estrujando las almohadas de alfalfa, mientras se desvelaban los libros que nunca pudieron dormir, custodiando al epílogo que ya nadie podrá reescribir. Por todo ese afecto, hoy estamos marchando hacia el desperfecto ideal, sobrevolando el paraíso internacional de la infancia, en la peor instancia que podíamos imaginar, para salir a buscar un café más cubano o más rojo, ante el tirano que mira de reojo a la taza servida por el pueblo vil y desobediente, ¡la tasa de mortalidad infantil más baja del continente! Ni cóndor, ni águila, ni desnutrición, 130 mil médicos aptos para escribir una canción. Un solo despertador, para una isla llena de gente, con 10 estudiantes por docente, en cada Facultad del Derecho al Desayuno, sin alumnos de segunda mano: 200 millones de niños sin techo. Y ninguno es cubano.

¿A quién están despidiendo?

Déjennos seguir durmiendo, pesados, que ya venimos pasados de revoluciones, mientras Martí lucha para sí, corrigiendo oraciones. Hemos derribado la pavada del adentro y el afuera. No por nada, querían despertarnos como fuera. ¡De verdad, esta vez se murió! Váyanse a la ruta madre que los guió y fíjense con carpa quién la gobierna. ¿Qué puede saber su arpa, de nuestra vida eterna? El “mundo”, ese mundo indoor, el inmundo para decirlo mucho mejor, hoy grita fuego fuego fuego, como el ego en el desierto, porque teme que no haya muerto, que sea macana, que se haya ido porque se le dio la gana. Pues La Habana no acepta jugar sus juegos, pero si la miran de cerca, pueden quedarse ciegos. ¿O realmente creían que íbamos a perderlo? ¿Como mierda puede ser que no logren verlo? Un bloqueo criminal, 753.688 millones en metal, para tapar el faro universal de cada mar y cada serpiente, mientras bombardeaban el medio ambiente de la impunidad. ¿O por qué nadie nos habla de la otra mitad? Alto sueño, la vida sin dueño, ni hambruna: hubieran probado un atentado a la luna. Porque sí, los coletazos de la bestia tocaron la hegemonía de la falacia, la hipocresía de la democracia, la mezquindad del poder, la autoridad que nunca volverán a tener, el derecho al racismo, el izquierdo al cinismo, la transfusión del hambre, la globalización de la sangre, la prepotencia del mercado y la somnolencia del circo alienado que terminó anestesiado hasta los codos, por temerle al temor de los otros. La bestia tocó a todos.

Y ahora, nos toca a nosotros.

A la madrugada del planeta, esa noche oscura atacó a Zavaleta, a miles de villas y a todas las pesadillas de la política liberal, justo en el sótano de su realidad virtual, donde esperan y seguirán esperando esos gusanos que se viven arrastrando por las zanahorias que los mantienen. Qué hambre tienen. Medio siglo saboreando un bocado, que todo el imperio creyó en sus redes, aunque nunca se los sirvió: este muerto no era para ustedes, este muerto se los devoró. Y el sueño se puso bueno, tan bueno que su veneno resultó medicina, como la crotoxina que los laboratorios quisieron ahogar, justo cuando ese monstruo la vino a salvar. Un mamífero impensado para cualquier ataúd, habitando el bosque encantado de nuestra salud, afilando sus vacunas contra el cáncer por ahí o babeando la mitad de su PBI. Justo sobre las víctimas de su propio “despotismo”, tanto menos déspota que el periodismo y tanto más tierno que cualquier otro gobierno, supo lanzar esos rayos de azar a contramano, hacia la cumbre del desarrollo humano, tangible como sus planos, como su piel o como la utopía al descubierto.

Fue horrible,
soñamos que Fidel había muerto.

La Garganta Poderosa


Total normalidad

Quemados del sol, que ahora brilla ahí arriba, llevamos unas 24 horas sin dormir, sí, porque aquí nadie puede dormir, nadie. Ni las horas. Y entonces las vamos llevando, a cuestas, todas apretujadas contra los minutos, los años, los segundos, los meses, los ratitos y las semanas, bien amarradas en el portaequipajes de la conciencia social, para acompañar la guagua humana de Fidel. Línea socialista, ramal cubano, transporte público. Y hasta la victoria, pero algunos salieron antes junto a Camilo y Ernesto, que se adelantaron, como siempre.

Con varios licuados de recuerdos en el estómago, varias gotas de guayaba en las mejillas y varios gritos de Evo en el pecho, partió al amanecer una poderosa caravana cubana, ayer, que bien podría ser la madrugada de mañana, huyendo de las altas temperaturas que impone el televisor. No se aguantaba más, tanta humedad y tanto dolor, porque una plaza liberada cuenta con épica suficiente como para detenerse a llorar por los ausentes, pero una plaza movilizada por el más presente de los presentes no se puede detener, así venga regada de tristeza, enrejada de abrazos o acalambrada de luchar, como siempre.

Bien parados de manos, van 11 millones de cubanos. Algunos, incluso, físicamente. Van los bicitaxis, pedaleando contra el viento del racismo. Van todos los niños, pero todos, pero todos, pero todos, faltando a la escuela para demostrar cuánto aprendieron, por esta única vez. Van los caballos, relinchando cuesta arriba con la carga del embargo. ¿Y los analfabetos? No van, no hay. ¿Y los Policías?

Van, van por convicción, sin fierros, con identificación. ¿Y los desnutridos? No hay, no van. ¿Y las prostitutas? Van, van libres, con libreta alimentaria y con carrera universitaria. Ojalá pudieran oírlas, para saber cómo batalla la dignidad rebelde, porque hay gente que se informa poco, hay otra que no tiene noción y hay otra que aún les cree a los noticieros, de verdad. De verdad, mienten, como siempre.

Dirán que su féretro pasó por el Malecón, pero omitirán este mar de lágrimas. Dirán que pasó por la fortaleza, pero omitirán los cañonazos de medicinas al mundo. Dirán que pasó por el Palacio de las Palomas, pero omitirán sus migas con Nelson Mandela. Dirán que pasó por La Habana Vieja, pero omitirán a La Mujer Nueva. Dirán que pasó por la Virgen del Camino, pero omitirán al Dios del pueblo latino. Dirán que pasó por Caballo Blanco, pero omitirán al último San Martín. Dirán que pasó por Matanzas, pero omitirán cómo las combatió. Dirán que pasó por Cienfuegos, pero omitirán cómo los prendió. Dirán que pasó por la casa de Hemingway y la de Martí, pero omitirán ese abrazo de los tres que todos nosotros vimos. Y dirán al final que pasó Fidel, pero omitirán cuántos lo seguimos, como siempre.

No, no hay peor ciego que el que prefiere confiar en los noticieros, pero en algo tienen razón: esta marcha multitudinaria, multigeneracional, multinacional, multicultural y multimultiplicada, que nos robó el sueño, la angustia, la rabia, el miedo y la desolación, estuvo esencialmente conformada por personas mayores, muy muy muy mayores. De todas las edades, eso sí. Pues ahí estaban los maestros mayores de obras, los obreros mayores de maestros, los mayores beneficiarios de los derechos del niño, los mayores íconos de la Revolución, los mayores índices del desarrollo humano, los mayores faros de América Latina y los mayores motivos para seguir luchando, como siempre.

Y sí, durante las últimas 24 horas, desde La Habana libre de publicidad hasta la Santa Clara de su querida presencia, nos volvimos un poco más poderosos, un poco menos miserables, un poco más cubanos y un poco más hermanos. Nos volvimos a mirar, nos volvimos a reír y nos volvimos a convencer de todo lo que creíamos al amanecer, sólo que ahora nos grita la piel, viendo otra vez juntos a Ernesto y Fidel. Pero bueh, lamentablemente, gran parte de la prensa “independiente” se lo perdió, porque estaba muy ocupada escribiendo que “Castro murió”. Como siempre.

La Garganta Poderosa

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