Uruguay: “el ciclo de artús” en el mundo global – Por Eduardo Camín

El punto de partida del ciclo artúrico, aparte de la posible existencia anterior de tradiciones y leyendas célticas, lo constituye una obra en latín de Godofredo de Monmouth, la Historia Regum Britanniae (Historia de los reyes de Bretaña), escrita en 1136, en la que ya aparece Arturo o Artús, rey victorioso, mezcla de héroe decantar de gesta y de Alejandro Magno medieval.

En 1555 el poeta Robert Wace tradujo esta obra latina al francés, escribiéndola en pareados octosílabos, y añadió la referencia a la table ronde o mesa redonda en la que se sentaban los caballeros de la corte del rey Arturo. Algo así nos sucede hoy en día en nuestras regiones en la cual abundan los seminarios donde la fábula y la realidad se confunden en permanencia. En poco tiempo nosotros y nuestro pequeño rincón del mundo hemos cambiado. Nos dicen, que todo viene de afuera, crisis financiera, económica, imágenes feroces de guerras, confusiones y expectativas. Mientras que los intelectuales institucionales, los grupos políticos profesionales, acomodan sus cuerpos y palabras para una avalancha de acontecimientos.

En otras épocas de estructuras sociales maduras, aceptadas a pesar de la aparente incongruencia con que aparecen ante nuestra perspectiva histórica, como acomodadas a la naturaleza y la norma moral, la autoridad podía ejercerse sin mayores afanes reformistas, dando casi por bueno lo constituido.

Pero la visión o las carencias del político contemporáneo han de partir de un hecho decisivo: el signo de transformación social de nuestro tiempo. Ello implica que el ejercicio del poder no puede realizarse como mera técnica de la autoridad, sino con la conciencia de la tarea publica como esencia activante del cambio social.

Negativamente el ejercicio del poder no puede dirigirse a servir intereses de clase o grupo, ni mucho menos de fuerzas económicas parciales. La totalidad de un pueblo y de una economía al servicio del bienestar general han de ser metas absolutas. A concepciones totales ha de servirse con objetivos totales.

Al analizar el contenido de los diferentes seminarios sobre las oportunidades y riesgos de la globalización en la cual participan representantes de diferentes tendencias teóricas, nos sorprende su denominador común , en el cual nadie critica a nadie y todos terminan haciendo lo mismo una vez culminado el acto de representación; cobrar el cheque o tomar una copa , pero si usted se enfrenta de verdad, caerá en desgracia y no tendrá ocasión de volver a participar, en cambio sí solo lo hace de “boquilla” y luego hace lo mismo que lo demás…. bienvenido sea.

Me llama parcialmente la atención el alto grado de conformismo con el que responde un sector relevante de la inteligencia uruguaya, desde diferentes horizontes políticos a los postulados y principios provenientes de la globalización. Asimismo, me preocupa que esta comunidad de eruditos, asuma este comportamiento conformista y complaciente, como un logro positivo del advenimiento del fin de las incertidumbres históricas.

Esta posición teórica y práctica sobre el conjunto de la sociedad, actúa como una pérdida de enjuiciamiento crítico de la realidad y un mayor grado de acatamiento a los mensajes provenientes del saber institucionalizado. Producir este comportamiento conformista, frente a la globalización requiere además un mensaje subliminal cuya misión es crear un carácter complaciente ante el poder político de estabilidad y gobernabilidad.

¿Qué importancia tiene este comportamiento en el proyecto político – social del nuevo orden mundial? es que acaso ¿Se agotó el tiempo para la crítica, para la imaginación, para la historia contingente? donde ¿El futuro se halla diseñado y solo se nos pide ayudar a su advenimiento? Estas preguntas se enuncian desde el convencimiento de estar permanente en el nacimiento del pensamiento sistémico, desde luego no único, en el que todos podemos pensar de manera distinta, pero que nos obliga actuar clónicamente.

Los nuevos “Caballeros del Rey Arturo” se han aliado con la teoría del fin de las incertidumbres en la esfera del conocimiento científico y los paradigmas sociales, nos advierten que la sociedad uruguaya “todavía le falta madurez “frente al “investiment grade”, que debe ser “pragmáticamente responsable” para estimular las “políticas macroeconómicas”. para que “nos ayuden a vender”. y así “honrar la deuda externa” porque somos un país serio.

La misma semántica económica de los instrumentos de la globalización que maneja el primer ministro uruguayo Danilo Astori en convivencia con la Banca Mundial – FMI etc. que nos pueden explicar todo, comprenderlo todo y saberlo todo ha tal punto que se hace superfluo preguntarse nada. Todo lo comunicable esta comunicado y todos los problemas están señalados y la solución para las cuestiones puntuales es una cuestión de tiempo. Bajo este manto adulador, surgen los mecanismos de explicación psicológicos, con los que sus defensores nos indican, que los caminos de la felicidad completa, es decir el placer y la eliminación del sufrimiento terrenal se manifiesta cuando los sujetos participamos de los beneficios derivados del progreso establecido, desde y por el mercado.

Al igual que Moisés muestra al pueblo elegido las tablas de la ley, la teología del mercado muestra a los hombres sus principios, y si el pueblo elegido no cumple la ley, será castigado. Si el hombre no se aviene a las leyes del mercado tendrá que pagar sus consecuencias, cayendo sobre él las plagas de la inflación, el estancamiento, la crisis, el desempleo, la desinversión y la especulación. El poder del mercado es totalitario, el poder de Dios único. Aquí radica el punto clave para entender las relaciones sociales que surgen tras el mito apriorístico del mercado capitalista. Pero el mito como fórmula de entusiasmo, como motivo incitador y lejano, como ideal sin macula puede ser un toxico de la voluntad, que la desarrolla monstruosamente, sin ponderación y la aleje de la realidad cotidiana del quehacer inmediato, sobre cuyo cuidado se construyen los edificios sociales sólidos. El mito del capitalismo globalizado y la economía de mercado se ha transformado en fuente de engaño, fantasía, irrealidad y desequilibrios políticos y por ello originador de desencantos, violencias, pesimismo y nostalgias. Hay etiquetas ideológicas que se han ido vaciando de contenidos y realidades económicas y sociales carentes de presencia operante en el plano de las decisiones que les afectan.

Por ello, nos parece conveniente que en “el ciclo de Artùs” se favorezca un clima sin dogmatismos estériles, ni amnesias que justifiquen. sino que las concurrencias abiertas permitan a factores nuevos evocar la “posibilidad” de una «pequeña” critica al capitalismo. Sin que la utopía se transforme en el germen de la más alta enfermedad que puede padecer un pueblo.

(*) Periodista uruguayo. Jefe de redacción internacional del Hebdolatino, Ginebra.

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