Colombia: Los 150 años de la Universidad Nacional

Desde su fundación, la ‘Nacho’ ha sido testigo, protagonista y víctima de la Historia de Colombia.

Por El Tiempo

Ha habido Universidad Nacional desde que este país se llama Estados Unidos de Colombia. No fue la primera institución de educación superior en ser fundada, pero desde su creación, enunciada por la Ley 66 del 22 de septiembre de 1867, durante el gobierno del liberal Santos Acosta, consiguió encarnar la educación pública soñada desde la Independencia de la República y atraer a profesores de primera línea que tuvieron en común el espíritu crítico.

Empezó con seis facultades: Derecho, Medicina, Ciencias Naturales, Ingeniería, Artes y Oficios y Literatura y Filosofía. Y desde el principio, en plena Regeneración, capoteó las miradas de reojo de los gobiernos conservadores, que no comulgaban con su talante librepensador.

Dicho así, podría pensarse que las cosas no han cambiado demasiado. Incluso puede decirse que la desconfianza que en algunos genera la agudeza de sus estudiantes está cumpliendo también 150 años, que uno de los grandes logros de la institución en este siglo y medio ha sido sobreponerse a los embates del conservadurismo irreflexivo sin traicionarse, sin perder de vista nunca su papel fundamental en la discusión sobre los complejos problemas de la sociedad y sin olvidar jamás su objetivo de impartir educación superior de calidad a todos, comenzando por los menos afortunados.

Desde 1867 consiguió encarnar la educación pública soñada desde la Independencia de la República y atraer a profesores de primera línea que tuvieron en común el espíritu crítico

La Universidad Nacional de Colombia ha seguido siendo, no obstante el nacimiento, en estas últimas décadas, de tantas instituciones destacadas, el sitio adonde van a dar las discusiones más importantes sobre el país. Sobrevivió períodos nefastos –la palabra precisa sería ‘oscurantismos’– desde los primeros días de la Violencia hasta los últimos enfrentamientos durante el Frente Nacional. Ha aprovechado los buenos tiempos para reformarse. Y desde el primer mandato de Alfonso López Pumarejo, ha sido también esa ‘Ciudad universitaria’ diseñada por el arquitecto alemán Leopoldo Rother como un refugio del conocimiento que no le da la espalda a la nación.

No hay duda de que la Universidad Nacional sigue mereciendo un presupuesto mucho más amplio. Es cierto que con el dinero que el Estado continúa entregándole, que no es el que necesita, aún hoy consigue reunir a los grandes maestros colombianos, educar a sus estudiantes en la convicción de que la academia tiene voz y voto en la discusión sobre el destino de la nación y puntear los rankings de las mejores universidades de Colombia: hace unas semanas nomás, la prestigiosa clasificación anual Quac-quarelli Symonds la consideró la número uno del país y la 254 entre los 959 mejores centros de educación del mundo.

La ‘Nacho’ ha sido testigo, protagonista, víctima de la Historia de Colombia. Ha sido la casa de rectores sabios, de profesores entrañables y de alumnos corajudos que se han graduado de allí con la esperanza de trazar el camino de la nación. Y, a pesar de las estigmatizaciones y de los vaivenes políticos, de prolongados descuidos que pasan factura en su infraestructura, no ha dejado nunca de ser aquella autoridad respetada que dirime, sobre la base del conocimiento, ciertos dilemas de nuestra sociedad: es una razón entre mil para celebrarla, para reivindicarla, para reconocer el lugar que se ha ganado en su país.

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