Guayana Francesa, único enclave colonial en el continente sudamericano

Guayana Francesa, único enclave colonial en el continente sudamericano

La colonización francesa de América se inició en el siglo XVI por Samuel de Champlain y prosiguió hasta el siglo XVIII. Francia construyó su primer imperio colonial en América del Norte, denominado Nueva Francia, el cual se extendía desde el golfo de San Lorenzo hasta las Montañas Rocosas al oeste y hasta el golfo de México por el sur. Los franceses colonizaron igualmente las Antillas: Saint-Domingue, Santa Lucía y la Dominica, así como Guadalupe y Martinica.

En América del Sur, los franceses intentaron establecer tres colonias, de las cuales solo una sobrevivió hasta nuestros díasLa Guayana Francesa fue colonizada por primera vez por los franceses en 1604, aunque los primeros asentamientos fueron abandonados debido a la hostilidad de los indígenas y las enfermedades tropicales. El asentamiento de Cayenne se estableció en 1643 pero fue abandonado.

En el extremo septentrional de Sudamérica las aguas del Atlántico bañan las costas de, increíblemente, la Unión Europea. Se trata de un territorio presuntamente hostil para la civilización; atestado de impenetrables y frondosos bosques tropicales y con el estigma de haber sido sede de la más infame colonia penal francesa hasta mediados del siglo XX. De escaso renombre y víctima de un mayor desdén aún, se alza la Guayana Francesa, la última colonia continental de América del Sur.

En términos formales, la Guyana Francesa es a la vez un departamento y una región de ultramar de Francia y, consecuentemente, un territorio ultraperiférico de la Unión Europea. Guayana Francesa es un lugar estratégico para París. La Central Espacial desde donde se lanzan los satélites europeos y rusos justifica todos los esfuerzos, pero no hay carreteras ni transporte público. El 35% de la población está en el desempleo absoluto.

“Hay segregación, todos los jefes, todos los buenos trabajos son para los blancos”, dice Armand Actillf . Lo cierto es que sólo hay que recorrer el país para confirmar su afirmación. Los gendarmes son blancos, los funcionarios son blancos, los dueños de hoteles son blancos, los oficiales del ejército francés son blancos… Blanco por todos lados cuando no representan ni el 5% de la población.

Si bien su status jurídico es idéntico al de cualquier otro departamento metropolitano de la Francia europea está, igualmente, limitado en su autonomía y mantiene un nivel de aislamiento prácticamente total respecto de lo que acontece en su vecindario.

Situada al norte de Sudamérica, en un territorio que ocupa unos 90 mil kilómetros cuadrados, limitada por Brasil, Surinam y sobre el Océano Atlántico, la Guayana Francesa tiene una población aproximada de 300 mil habitantes. El territorio de Guayanas, fue colonizado por Holanda, Gran Bretaña y Francia; las dos primeras ya se independizaron tomando el nombre de Surinam y República Cooperativa de Guyana, formando ambas parte de UNASUR.

Los dirigentes independentistas de Guyana, Pierre Carpentier, del Movimiento de Descolonización y Emancipación Social, y Raymond Charlotte, cofundador de la Organización Guayanesa por los Derechos Humanos, denunciaron que Francia ha instalado una estación de radares en Guayana para espiar a Venezuela, Brasil y otros vecinos del norte de América Latina.

Charlotte, en su condición de militante por la independencia fue encarcelado, ahora se gana la vida vendiendo pastelitos en la calle y así pudo juntar los 1.400 dólares que necesitaba para llegar a la Argentina. Relató que su viaje entre Cayena -capital de la Guayana Francesa- y Buenos Aires le demandó tres días, debido a que “los franceses tratan de mantenernos aislados del resto de América Latina”.

El militante y poeta político guayanés Pierre Carpentier, delegado especial por la ONU de la Organización Guayanesa de Derechos Humanos, presentó un breve repaso por la historia social y política del territorio colonizado por Francia en el siglo XVI y una génesis del Partido que integra, “de inspiración obrera, para la liberación política y territorial de nuestro país”. “Estamos presentes con nuestro pueblo en todas las luchas sociales y políticas: por las tierras, la salud, la cultura y contra el genocidio”, dijo Carpentier.

Durante su visita informó ante la prensa que Francia ha instalado 60 radares en la base militar de Fregate en la ciudad de Kourou, desde donde intercepta las comunicaciones. “También operan aviones drones desde su estación de radares y escuchas desde Fregate”, indicó. Carpentier aseguró que el gobierno francés se ha esforzado en mantener a su enclave colonial en un virtual aislamiento con el resto de América Latina y desalienta el turismo y las conexiones aéreas con sus vecinos.

En 1966, Guyana lograba su independencia tras décadas de colonización británica y, en 1975, Surinam se liberaba del dominio holandés para convertirse en el último Estado sudamericano en independizarse. En ambos casos, la integración con el resto de los Estados sudamericanos ha sido muy satisfactoria desde la creación de UNASUR, sobre todo en los campos diplomático y comercial.

Aparentemente, cuando en 1946 se le otorgó a la Guyana Francesa el status de departamento, las críticas referidas a la descolonización parecieron darse por terminadas. Los académicos de la década de 1980 ingenuamente proyectaban una eminente independencia de la última y más pequeña de las denominadas Guyanas, pero nunca llegó. Francia argumentaba que los aires independentistas del pueblo guayanés siempre serían apoyados, pero que estimaba demasiado prematuro e irresponsable someter a la Guyana al abandono de la metrópoli y condenarla a peor vida en ejercicio de su plena soberanía en tiempos tan convulsionados como los de la década de 1980.

Los resultados para el heterogéneo pueblo guayanés (mayoritariamente criollo debido a las mezclas entre aborígenes locales, descendientes de esclavos africanos y colonos franceses) fueron catastróficos: se consolidó una sociedad temerosa, disipada y absolutamente dependiente de la tutela metropolitana y de sus subsidios, económicamente relegada casi exclusivamente a la explotación forestal y poseedora, como único indicador de cierto desarrollo, del Centro Espacial de Kouru; emblema y orgullo de la República Francesa.

Por su parte, la capital Cayenne, se mantiene desconectada del resto de las capitales sudamericanas y todavía se espera por la inauguración de un puente terrestre que conectará por vez primera a la Guyana Francesa con un Estado sudamericano, Brasil. Pese a la proximidad geográfica, la situación de la Guyana es desconcertante respecto al medio y al entorno en el que está inserta. Simplemente, todo es desconocido. Frente a la imposibilidad de establecer una misión diplomática, las únicas representaciones extranjeras sudamericanas en Cayena son dos Consulados Generales (Brasil y Surinam) y dos Consulados Honorarios (Ecuador y Perú).

La presencia francesa en la Guyana esconde en el fondo un doble rasero: mientras por un lado sostiene los subsidios y la representación parlamentaria en París como atractivos, por el otro se asegura el ingreso de productos europeos en el territorio guayanés a precios poco competitivos sumado a una considerable presencia militar y al uso constante de radares de vigilancia. Y si de legitimidad democrática se trata, en 2010 se llevó a cabo un referéndum impulsado por el entonces Presidente francés Nicolás Sarkozy concerniente a otorgar una mayor autonomía al territorio.

Un contundente 69,8% votó por el no pero, llamativamente, sólo un 48% del padrón electoral participó. Atendiendo a estos datos, la alta tasa de abstención podría vincularse a que gran parte de la población se siente como ciudadanos de segunda clase aun sometidos a una gran confusión e inmadurez política, haciendo incompatible tan estrecha relación con la antigua metrópoli con una sólida reivindicación nacional independentista.

*Con información de Yusef Saber, licenciado en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba y de  www.eklablog.com/


Política colonial francesa

Maurice Pindard, el fundador y aún presidente del MDES, lo explica con calma. Tiene el tono del maestro de escuela que es y la calma que precisan las causas de la historia. “Francia aplica acá una política sistemática desde la abolición de la esclavitud (1848) que se apoya en tres pilares: asimilación, asistencialismo y división”.

La asimilación es cultural. El 70% de los profesores de la enseñanza primaria y secundaria en Guayana Francesa vienen de la metrópoli e imponen un filtro europeo que niega la evidencia de la historia. La televisión es la producida en la metrópoli, los periodistas, en su inmensa mayoría son blancos, los mensajes son claros: ustedes son franceses (aunque la realidad y los derechos lo contradigan).

El asistencialismo se comprueba con facilidad en las oficinas de Le Poste (Correos). Allá hay colas casi permanentes de los franceses de segunda que necesitan los subsidios para subsistir. “Esa plata los inmoviliza, prefieren no trabajar, pero yo creo que eso también los atonta, los vuelve dependientes”. Desire es dominicana y ha vivido en Guayana por años, como miles de sus compatriotas, brasileños y peruanos, que suponen ya algo más del 10% de la población. Esta migración llega atraída por los salarios en euros y por la posibilidad, remota, de conseguir con el tiempo el pasaporte francés. Beatrice, una bretona que está temporalmente en Kourou porque su marido, militar, está destinado acá, asegura que “la gente de Guayana no quiere trabajar”. Pero después de profundizar confiesa que no le gusta este lugar. “Hay demasiadas taras de la historia”.

Es un poco más complicado. Maurice insiste en que la política asistencialista no es casual y que tiene un efecto favorable a París. “Hace 10 años la gente estaba harta de Francia y quería cambiar las cosas”. Pero eso cambió, después de una serie de protestas en las colonias, Francia anunció un referéndum autonómico para enero de 2010 pero antes preparó el camino.

“La campaña del No era la del miedo: si votan que Sí a la autonomía entonces se acaban las ayudas”, recuerda Andrè, otro miembro del MDES. Resultado: el 69,8% de los 67.000 ciudadanos habilitados para votar (de una población de 250.000) dijeron No a un cambio de estatus que no les daba la independencia respecto a Francia pero sí una mayor autonomía.

Mucho dinero para pocas gente

El dinero llega y pasa por Guayana Francesa, pero no se reparte. Un comerciante peruano cuenta con fascinación cómo aquí hay más BMW o Mercedes por habitante que en ningún lugar de América. Un lector hace un comentario a un entrada de la bitácora de la Ruta Otramérica para decir que mejor tener un poder colonial que una independencia corrupta. “La mentalidad es así. Creo que ninguno podemos explicar los estragos que dejó la esclavitud en nosotros. El tráfico de esclavos acababa con el ser humano y aún no lo hemos podido reconstruir”, concluye Maurice.

El MDES calcula el número de sus activistas en 300, una fuerza relativamente pequeña pero que debe ser la base para conseguir que, algún día, el Comité de Descolonización de la ONU reconozca a Guayana Francesa como un territorio “no autónomo” y para concienciar a la población. “Será un trabajo a largo plazo, nada vamos a conseguir mañana”, se resigna Maurice Pindard, aunque cuenta con cierta alegría como hace unos días, con la ayuda del Movimiento Internacional por la Reparación (afrodescendientes), entregaron las primeras cédulas de identidad de Guayana Francesa a 150 personas.

Un acto simbólico y, por tanto, importante, en un territorio donde está prohibida la propia bandera. Sólo en la sede del Consejo General hay una y es porque el presidente es un viejo socialista que simpatiza con la necesidad de una identidad propia, aunque sigue el patrón del Partido Socialista francés: una mirada aún colonial sobre los territorios de ultramar.

La Favela de Francia

La escenificación más evidente de este estado de cosas no se encuentra en Cayena, sino en Kourou, una ciudad al servicio del Centro Espacial. Aunque no es exacto hablar de ciudad. Es, más bien, un enclave donde viven los empleados del Centro, con varias bases militares, incluida una de la Legión Francesa, y donde sobrevive el resto.

Los indígenas (los amerindios, como los denominan los franceses) tiene acá una presencia anecdótica, en la llamada Villa Indígena, unas cuantas casas frente al mar. Su líder no está presente, pero cuentan los que allá arreglan un tejado bajo el sol infernal que para Francia “son anecdóticos”. No llega al 8% de la población y la mayoría viven en ríos y montañas fronterizas con Brasil o con Surinam. Coinciden con el MDES en que los funcionarios coloniales juegan a la división, el tercer factor que señalaba Maurice Pindard. Cimarrones, criollos, indígenas y asiáticos van cada uno por su cuenta y las leyes particulares de la colonia juegan en esa línea. Por ejemplo, si un guayanés quiere visitar algunas poblaciones indígena debe pedir autorización al prefecto.

Denis, un emigrante francés que lleva 30 años en estas tierras pero “escondido” en la selva, mira con desidia este enredo. “No le dé más vueltas, esta es la favela de Francia. Lo que le importa a París son los euros del Ariane y el Soyuz (los modelos espaciales de la Unión Europea y de Rusia), y los locales… pues a mirar, los tienen pensando sólo en la religión, en comer y en tener hijos”.

Genocidio por sustitución

A mirar… o a emigrar. La Universidad de Guayana Francesa es una broma y los buenos estudiantes van a la metrópoli. No suelen volver. Por eso en el MDES hablan de “genocidio por sustitución”. Maurce lo explica así: “Nuestros jóvenes, si son buenos estudiantes, sueñan con irse y se quedan en Francia porque acá no tiene oportunidades, pero los franceses vienen acá porque los buenos empleos son para ellos. Es el viejo sueño francés de blanquear Guayana”.

En realidad parece que la historia sí es circular. Francia nunca prestó atención a este territorio inhóspito hasta que perdió la Guerra de los 7 años y, con ella, Canadá, Louisiana e India. Entonces se vio obligada a mirar a Las Antillas y a Guayana como zona de aprovisionamiento de éstas. Luego perdió interés y se redujo a ser una provincia-cárcelcon Saint Laurent-du-Maroní y las Islas de la Salvación como epicentro de un tráfico de presos que llegó a sumar los 80.000. Pero las coordenadas de Guayana Francesa, tan cercanas al Ecuador, la hacían ideal para lanzar satélites, así que Francia volvió a tomar interés y a esforzarse en mantener la colonialidad en su sitio: cualquier devaneo independentista pondría en peligro la joya de la República.

Tomado de http://otramerica.com/causas/un-buen-lugar-para-lanzar-satelites-pero-nada-mas/546


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