Discurso de Rex Tillerson, Secretario de Estado de los Estados Unidos, pronunciado el 1 de febrero en la Universidad de Texas

Esta traducción se proporciona como una cortesía y únicamente debe considerarse fidedigna la fuente original en inglés que se encuentra en este enlace: https://www.state.gov/secretary/remarks/2018/02/277840.htm

SECRETARIO TILLERSON: Gracias. Gracias. Muchísimas gracias. Y gracias Greg, por esa cálida y generosa presentación, invitándome a volver a hoy a casa. Y quiero agradecer a quienes en el Centro Clements de Seguridad Nacional y el Centro Robert Strauss para la Seguridad y el Derecho Internacionales organizaron este evento.

Como señaló Greg, hoy se cumple un año desde que asumí como secretario de Estado. Hace un año, en esta fecha, ingresaba en el Departamento de Estado, pisaba el vestíbulo de esa institución, y tuve mi primera oportunidad de entablar una conversación con mis nuevos colegas y amigos en el Departamento de Estado sobre cuestiones que son importantes para mí y los valores que pretendía llevar al Departamento de Estado. Y ha sido un año muy activo y vertiginoso, pero realmente es muy agradable poder celebrarlo con amigos en casa. Así que es para mí un placer estar en este lugar.

Sin duda, es siempre un enorme placer y un honor poder hablar en tu alma mater, la casa de estudios a la que uno asistió, y en particular, una institución que es sede de la Biblioteca Presidencial de uno de los texanos más ilustres que se desempeñó en Washington.

Como algunos de ustedes saben, LBJ lamentaba lo que consideraba era un enfoque elitista de la Costa Este en materia de política exterior. Dijo en una oportunidad: “No creo que jamás se reconozca nada de lo que hago en cuando a relaciones exteriores, sin importar el éxito que consiga, pues nunca asistí a Harvard”. (Risas).
Yo tampoco lo hice. Y, peor aún, soy ingeniero. (Risas). Pero tengo algo a favor que no tenía LBJ: él no estudió en la Universidad de Texas. (Risas).

He señalado antes que esta Universidad me marcó de numerosas formas, en lo personal y en lo profesional. Tengo una anécdota interesante: cuando estaba en mi primer año en la banda Longhorn, un grupo de cerca de cien miembros de la banda viajó a Perú para una misión especial. Se había producido allí un grave terremoto, y había serios problemas de refugiados que llegaban desde las zonas montañosas hasta Lima. Y un grupo de texanos acudieron allí para ayudar a recaudar fondos y ayudar a hacer tomar conciencia sobre la situación.

Fue un viaje excepcional y, casualmente, fue la primera vez que saqué el pasaporte. Fui a la oficina de pasaportes, conseguí mi primer pasaporte, y el primer país que visité fue Perú, con la Banda Longhorn de la Universidad de Texas. Cabe destacar que fue un viaje muy exitoso. La banda tuvo gran éxito en Lima, y el embajador estadounidense en Perú incluso expresó consternación ante la posibilidad de que “The Eyes of Texas” (Los ojos de Texas) reemplazara a “The Star Spangled Banner” (“La Bandera tachonada de estrellas”) como himno oficial durante los eventos. Lamentablemente, fuimos a ese viaje después de perder en el Cotton Bowl (Tazón de Algodón), pero les aseguro que la banda Showband of the Southwest se ganó el corazón de los peruanos, se los aseguro.

Así que cuando pienso en las próximas semanas, cuando regrese a Perú, como parte de mi primera gira a varios países de América Latina como secretario de Estado, se siente un poco como cerrar un círculo.

Me enorgullece que hoy, el Instituto Teresa Lozano Long de Estudios Latinoamericanos de UT Austin, su Centro sobre México y la variedad de programas que ofrecen sigan contribuyendo a formar a estudiantes sobre esta importantísima región del mundo.

Este viaje se produce en un momento importante para el Hemisferio Occidental. Esta región diversa —que incluye a Canadá, México, América del Sur y el Caribe— es prioritaria para Estados Unidos por motivos que no tienen que ver sencillamente con nuestra proximidad geográfica.

Compartimos una historia y una cronología que están estrechamente ligadas. Nuestras naciones siguen reflejando el optimismo del Nuevo Mundo con respecto al descubrimiento ilimitado. Y por sobre todo, compartimos los mismos valores democráticos, que son centrales a nuestras convicciones, más allá del color de nuestro pasaporte.

Y por varias generaciones, los líderes estadounidenses han entendido que entablar relaciones con socios latinoamericanos y caribeños es una parte integral del éxito y la prosperidad de nuestra región.

En 1889, a instancias del entonces secretario de Estado James Blaine, los Estados Unidos auspició la Primera Conferencia Internacional de los Estados Americanos, que fue la antecesora de la actual OEA, u Organización de los Estados Americanos.

A comienzos del siglo XX, el presidente Teddy Roosevelt visitó Panamá, y esa fue la primera visita al extranjero de un presidente de los Estados Unidos en funciones.

Y durante la década de 1960, el presidente Kennedy creó la Alianza para el Progreso, un plan ambicioso para fortalecer la cooperación entre los Estados Unidos y el hemisferio y para, en sus palabras, “eliminar la tiranía en un hemisferio donde esta no tiene cabida”.

Hoy, compartimos esas mismas aspiraciones que los visionarios líderes que nos precedieron: eliminar con la tiranía y propagar la libertad política y económica en todo el hemisferio. Ahora que empieza el 2018, tenemos una oportunidad histórica de hacer justamente eso.

Hace unas pocas semanas en Vancouver, Estados Unidos organizó conjuntamente con nuestros homólogos de Canadá una Reunión Ministerial. Se reunieron 20 países para hablar sobre la amenaza global que representa Corea del Norte.

En abril, Perú será sede de la Cumbre de las Américas para destacar el compromiso de nuestra región en la lucha contra la corrupción.  Dos meses después, Canadá celebrará la 44ª Cumbre del G7. Y al final del año, los Estados del G20 se congregarán en Buenos Aires, que será la primera ciudad sudamericana en ser sede del evento.

Por ello y de muchas formas, 2018 es el año de la Américas. Muchos de los líderes mundiales estarán en este hemisferio y, por ende, todas las miradas del mundo se posarán en las Américas.

Por ello, hoy quiero remarcar tres pilares en materia de compromiso para impulsar la causa de la libertad en toda nuestra región durante 2018 y con posterioridad: crecimiento económico, seguridad y gobernabilidad democrática.
El hemisferio presenta un enorme potencial de mayor crecimiento económico y prosperidad. Avanzaremos a partir de la sólida base de cooperación económica con nuestros socios latinoamericanos y caribeños. Por ejemplo, Brasil es la mayor economía de la región, y la novena más importante del mundo. Los Estados Unidos es el segundo mayor socio comercial de Brasil, y en los últimos años el comercio bilateral alcanzó niveles sin precedentes, por un total superior a US$ 95.000 millones en 2015.

Los Estados Unidos mantiene Acuerdos de Libre Comercio con 20 países, 12 de ellos en el Hemisferio Occidental. Y cada año, los Estados Unidos concreta transacciones comerciales por bienes y servicios valuados en casi 2 billones de dólares con naciones de América Latina y el Caribe, que generan más de 2,5 millones de empleos aquí en el país. En vez de déficit comercial, tenemos actualmente un superávit comercial de US$ 14.000 millones con el hemisferio.
Pero hoy tenemos la posibilidad de mejorar nuestros lazos económicos y la prosperidad de los pueblos de este hemisferio.
Un paso iportante para fortalecer la prosperidad y la integración económica de América del Norte es modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, o TLCAN.

Yo soy texano, ex-ejecutivo del sector energético, y también soy un ganadero. Entiendo cuán importante es el TLCAN para nuestra economía y la del continente. Pero no debería sorprendernos que un acuerdo implementado hace 30 años, antes de la era digital y la economía digital, y antes del surgimiento de China como segunda mayor economía mundial… no es sorprendente que el TLCAN necesite ser modernizado.

Nuestra aspiración es simple: fortalecer nuestra economía y la de toda América del Norte, para seguir siendo la región más competitiva y dinámica del mundo en términos económicos.

Valoramos la ardua labor de nuestros homólogos mexicanos y canadienses en estas negociaciones. La semana pasada terminamos la sexta ronda, y seguiremos trabajando para lograr un acuerdo modernizado en otra ronda programada para el próximo mes.

Generar mayor prosperidad integrando la riqueza de los recursos energéticos en el hemisferio es una oportunidad única en el mundo para las Américas.
En la última década, América del Norte ha liderado un resurgimiento energético.

Para 2040, se espera que América del Norte sume más producción petrolera a los mercados mundiales que el resto del mundo combinado, y una producción gasífera mayor a la de cualquier otra región en forma individual. El volumen de petróleo crudo, gas natural, productos de refinería y electricidad ya trasciende nuestras fronteras en ambas direcciones, y conduce a una mayor fiabilidad, más eficiencia y menos costos para los consumidores.

Nuestro continente se ha convertido en el motor energético del siglo, en gran parte, debido a la rápida expansión de la producción de gas natural y petróleo de baja permeabilidad (tight oil). Y, sin duda, gracias a los extraordinarios ingenieros, muchos de ellos formados aquí en UT.

El resto del Hemisferio puede usar la experiencia estadounidense como modelo. Anticipamos un futuro en el cual la conectividad energética desde Canadá hasta Chile pueda aumentar y aprovechar la integración energética en toda las Américas, y generar así mayor seguridad energética en el hemisferio y estabilidad para las economías en crecimiento.

América del Sur ha sido favorecida con abundantes recursos energéticos. Colombia, Perú, Brasil, Guyana y Argentina cuentan, en todos los casos, con ingentes recursos de petróleo y gas natural que no han sido suficientemente explotados. Estados Unidos tiene la intención de ayudar a nuestros socios a desarrollar sus propios recursos de manera segura y responsable, a medida que sigue creciendo la demanda de energía.

Perdón.

Nuestro comercio de energía en el hemisferio ya empieza a dar respuesta a esas necesidades: el 36 % de las exportaciones estadounidenses de gas natural licuado desde 2016 han tenido a América Latina como destino. Eso representa más que cualquier otra región del mundo.

Entre ahora y 2030, se espera que América Latina invierta al menos US$ 70.000 millones en nuevas plantas energéticas para posibilitar el crecimiento económico. Muchas de esas plantas funcionarán con gas natural. Y Estados Unidos debería ser un proveedor confiable de volúmenes significativos.

Al generar un sistema energético más flexible y sólido en nuestro hemisferio, podremos alimentar nuestras economías con energía asequible. Podremos sacar a más gente de la pobreza. Y lograr que nuestro hemisferio sea el núcleo indiscutido de la oferta mundial de energía. Apoyar y aprovechar esta oportunidad exige la apertura de más economías de mercado.

La apertura de mercados energéticos en México, por ejemplo, ha generado más inversión privada y competencia, y ha incrementado como nunca antes el comercio energético con Estados Unidos. Es una situación en la que todos se benefician.

Más al sur, nos estamos asociando con América Central para fortalecer su mercado regional de electricidad y modernizar su red de tendido eléctrico. Generar economías centroamericanas más sólidas reduciendo los costos energéticos es clave para lograr una América Central más segura.
Tenemos la posibilidad de generar una alianza energética que se expanda a todo el Hemisferio Occidental y redunde en beneficio de todos nuestros ciudadanos. No podemos permitirnos desaprovechar este momento.

Una transición hacia reformas económicas que estén más centradas en el mercado no se limita al sector energético. Argentina, con Macri como presidente, ha hecho esfuerzos monumentales por implementar reformas para abrir la economía del país y generar crecimiento para todos los argentinos. Su tasa de inflación, que tuvo históricamente valores elevados, finalmente está mermando. El PBI crece, impulsado por la inversión y la creciente confianza de los consumidores.

Y una semana después de que el Congreso de los Estados Unidos aprobara una emblemática política de reforma tributaria, los legisladores de Argentina también tomaron medidas para reformar su sistema impositivo. Todas estas iniciativas están convirtiendo a la segunda mayor economía de América del Sur en un terreno propicio para mayor inversión y crecimiento. Esperamos que más países sigan una senda similar, y contribuyan a que todo nuestro hemisferio crezca en un contexto de prosperidad.

Pero para que la prosperidad se arraigue, debemos crear las condiciones para la estabilidad regional.

El desarrollo económico y la seguridad se complementan de manera recíproca. Cuando las personas viven en un contexto de pobreza, una vida de delincuencia podría parecer la única oportunidad de subsistencia. La inmigración legal e ilegal aumenta a medida que las personas buscan oportunidades en otros sitios. Y las personas inocentes tienen mayores probabilidades de convertirse en víctimas de carteles de narcotráfico, trata de personas y corruptas autoridades de aplicación de la ley.
El enfoque adoptado por Estados Unidos es holístico, es decir, debemos abordar los temas de seguridad y desarrollo paralelamente. No puede esperarse que haya uno sin el otro.

La amenaza más inmediata para nuestro hemisferio son las organizaciones delictivas transnacionales. En su intento por ganar dinero y poder, estas organizaciones dejan tras su paso muerte y destrucción. A medida que se introducen personas, armas, opioides y otras drogas por contrabando, los agentes de aplicación de la ley y los civiles se convierten en el objetivo de agresiones.

Aquí, en nuestro país, los estadounidenses no necesariamente advertimos la violencia cotidiana que es tan común en otras partes de nuestro hemisferio. Sin embargo, la demanda estadounidense de drogas propicia esta violencia y el caos.

Reconocemos nuestro rol como el principal mercado de consumo de drogas ilícitas y la necesidad de adoptar enfoques comunes para superar estos desafíos. La epidemia de opioides que enfrentamos en este país es un reflejo claro y trágico de cuán interconectado se encuentra nuestro hemisferio. La violencia y las drogas no se detienen en nuestra frontera sur.

Por eso, seguimos empleando una estrategia coordinada y multilateral para reducir la influencia de estos grupos. Es tiempo de librar a nuestro hemisferio de la violencia y la devastación que generan.

Junto con el secretario de Relaciones Exteriores Videgaray, presido un diálogo de alto nivel para analizar formas nuevas y estratégicas de desarticular a las organizaciones delictivas transnacionales. Debemos asumir nuevos enfoques para desactivar sus modelos de negocios, modelos de carteles que operan como cualquier otra organización comercial que maximiza su cadena de valor, desde la materia prima hasta la fabricación, y desde la distribución hasta la comercialización y las ventas.

La segunda reunión de nuestro diálogo, celebrada en Washington en diciembre pasado, tuvo la participación de la secretaria Nielsen del Departamento de Seguridad Nacional y el fiscal general Jeff Sessions, así como de nuestros homólogos mexicanos. También estuvieron con nosotros representantes de aplicación de la ley de ambos países.

Desmantelar a las organizaciones de delincuencia transnacional no es una cuestión meramente diplomática. Ciertamente, requiere aprovechar las habilidades y los conocimientos prácticos de las autoridades de aplicación de la ley para interceptar cargamentos de drogas ilegales, actuar contra el flujo de fondos y las armas que mantienen a esas organizaciones, y localizar y juzgar a los intermediarios que las ayudan.

La estrecha colaboración entre múltiples organismos —dentro de nuestro gobierno y con nuestros socios internacionales— es indispensable. La forma en que combatimos las amenazas a la seguridad en nuestra frontera sur es trabajar de manera colaborativa con México para fortalecer la frontera sur de México.
A través de la Iniciativa Mérida —una alianza entre Estados Unidos y México centrada en mejorar la seguridad y el Estado de derecho—, los Estados Unidos está brindando asistencia para ampliar la capacidad de las instituciones judiciales y de aplicación de la ley mexicanas. Proporcionamos equipos de inspección, unidades caninas y capacitación; brindamos a los agentes de aplicación de la ley las herramientas necesarias para erradicar la producción de plantas de adormidera, reforzar la seguridad fronteriza y desactivar las actividades de tráfico, no solo de drogas, sino también la trata de personas. Y hemos mejorado las comunicaciones transfronterizas para que ambos lados de la frontera sean más seguros.

Nuestras alianzas de seguridad van mucho más allá de nuestra frontera sur o de la frontera sur de México.

Colombia ha sido uno de nuestros socios más firmes en la región. Tras décadas de una larga batalla interna con las Fuerzas Revolucionarias FARC, Colombia ha trazado un camino hacia la paz. Seguimos apoyando esta paz sostenida, pero sigue habiendo desafíos. Colombia es también el mayor productor de cocaína del mundo, y es la fuente del 92% de la cocaína que se confisca en Estados Unidos.

El año pasado, con el apoyo de los Estados Unidos, las fuerzas policiales y militares colombianas erradicaron 130.000 acres de campos de coca, la mayor superficie desde 2010. Ese mismo año, fuerzas colombianas confiscaron casi 500 toneladas métricas de cocaína.

Queda trabajo por hacer. Lamentablemente, el cultivo de coca ha crecido sideralmente en los últimos años. En 2016, se destinaron en Colombia más de 460.000 acres para el cultivo de coca, lo que representa una cifra récord. Seguimos manteniendo un diálogo sumamente abierto y honesto con el Gobierno de Colombia para abordar la erradicación de esta muy alta producción de materia prima de la cocaína, y para identificar cultivos comerciales alternativos que generen sustento para los agricultores colombianos.

En América Central, mediante la Alianza para la Prosperidad, apoyamos a los países a medida que lidian con la seguridad y el desarrollo económico a la par. En junio pasado, en Miami, el Departamento de Estado y el Departamento de Seguridad Nacional, junto con nuestros homólogos mexicanos, organizaron conjuntamente la Conferencia sobre Prosperidad y Seguridad en Centroamérica. Mantuvimos diálogos sumamente productivos con líderes del sector público y privado en toda la región, y se identificaron oportunidades para ayudar a los países centroamericanos a desarrollar sus economías, fortalecer sus instituciones y asegurar mayor protección a sus pueblos. Mayores oportunidades para los centroamericanos debilitarán el alcance de las organizaciones delictivas transnacionales, contribuirán a abordar las causas subyacentes de la inmigración legal e ilegal y llevarán que haya menos violencia. Esto fortalece a sus naciones, y también hace que nuestra nación sea más segura.

Y mediante la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe, los socios a lo largo de nuestra tercera frontera, el Golfo de México, están incrementando su capacidad de realizar interceptaciones en el mar, contener las armas ilegales, contrarrestar la corrupción y juzgar a delincuentes. En el verano, también presentamos nuestro Plan Caribe 2020. Esta estrategia integral favorece una cooperación más estrecha en seguridad y ratifica nuestro compromiso de fomentar el crecimiento del sector privado y la diversificación de los recursos de energía en el Caribe. También entablamos alianzas en materia de educación y salud, incluido el Plan de Emergencia del Presidente de los Estados Unidos para el Alivio del SIDA (Emergency Plan for AIDS Relief, PEPFAR).

Estados Unidos sabe que nuestro país, y el resto de la región, se benefician como resultado de una mayor estabilidad regional y la posibilidad de una economía en crecimiento en todo el hemisferio.

La alianza de Estados Unidos con las naciones del hemisferio se basa en valores compartidos y en la gobernabilidad democrática, pero no podemos dar por seguras estas condiciones. Muchas personas viven todavía bajo la opresión de las tiranías.

El régimen corrupto y hostil de Nicolás Maduro en Venezuela se aferra a un sueño falaz y a una visión anticuada para la región, que ya ha defraudado a sus ciudadanos. No representa la visión de millones de venezolanos, ni guarda consonancia con las normas de nuestros socios latinoamericanos, canadienses o caribeños.
Nuestra posición sobre esto no ha cambiado. Instamos a Venezuela a regresar a la constitución, a volver a llevar a cabo elecciones libres, abiertas y democráticas, y a permitir que el pueblo venezolano tenga una voz en su gobierno. Seguiremos ejerciendo presión sobre el régimen para que restablezca el proceso democrático que supo convertir a Venezuela en un gran país en el pasado.

Venezuela es la imagen opuesta del futuro de estabilidad al que aspiran tantos otros en el hemisferio. Lo más trágico es que, si bien Venezuela podría ser uno de los países más prósperos de la región, es uno de los más pobres del mundo. El crecimiento del PBI de Venezuela en 2004 era superior al 18%. Diez años después, es casi un 4% negativo, y todo ello es resultado de un colapso generado por el hombre.

Venezuela tiene las mayores reservas de petróleo constatables, pero las riquezas se reservan únicamente para las elites gobernantes. Como consecuencia, el pueblo padece la situación. Los venezolanos están pasando hambrunas, es habitual que haya saqueos y los enfermos no reciben la atención médica que necesitan en forma acuciante. Los venezolanos mueren por desnutrición y enfermedades.

No ha ocurrido ninguna catástrofe natural, nada que se asemeje al terremoto de mi anécdota sobre Perú. El pueblo venezolano sufre debido a un régimen corrupto que le roba a su propio pueblo. El régimen de Maduro es el único culpable y debe responder por esto.
Estados Unidos ha aplicado sanciones a más de 40 funcionarios actuales y exfuncionarios del gobierno venezolano; son personas que apoyan a Maduro y sus acciones para socavar la democracia.

En el último año, hemos trabajado con numerosos socios latinoamericanos, sobre todo a través del Grupo de Lima y la Organización de los Estados Americanos, para lograr que se apoyen acciones coordinadas que eviten que el país se convierta en dictadura. Valoramos la labor del Grupo de Lima, integrado por importantes líderes de la región, que se han reunido periódicamente para apoyar el esfuerzo del pueblo venezolano por recuperar su país.
Canadá también ha sancionado a decenas de líderes venezolanos, incluido el mismo Maduro.

Y recientemente, la Unión Europea se sumó al coro global cada vez más numeroso a favor de sancionar a líderes del régimen por violaciones de derechos humanos.
El mundo está reaccionando al padecimiento del pueblo venezolano.

Instamos a todas las naciones a que apoyen al pueblo venezolano. Ha llegado el momento de acompañar a las naciones que veneran la libertad, aquellas que apoyan al pueblo venezolano, o de lo contrario respaldar a la dictadura de Maduro, si eso es lo que eligen.
El resto de nosotros seguiremos instando a los demás actores en la región, como Cuba, que desatiende a su población e ignora este momento democrático que se vive en América Latina, a dar a sus pueblos la libertad que merecen.

En el traspaso de poder tras décadas del régimen castrista, Cuba tiene una oportunidad de tomar una nueva senda. En junio, el presidente Trump expuso una nueva visión para nuestro enfoque sobre Cuba; una visión que apoya al pueblo cubano separando la actividad económica de las fuerzas militares, los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, que no respetan su libertad.

La política del gobierno, como se expresa en el Memorando Presidencial sobre Seguridad Nacional, también pretende, literalmente, “asegurar que la relación entre Estados Unidos y Cuba promueva los intereses de Estados Unidos y del pueblo cubano”.
Esto incluye promover los derechos humanos y fomentar el incipiente sector privado en Cuba. El futuro de nuestra relación depende de Cuba, Estados Unidos seguirá apoyando al pueblo cubano en su lucha por la libertad.

Venezuela y Cuba nos recuerdan que para que nuestro hemisferio crezca y prospere, debemos priorizar y promover los valores democráticos.
Debemos erradicar la corrupción en todas sus formas. Una gobernabilidad ineficaz y corrupta perjudica a los países. La economía se resiente. Las personas pierden la fe en las instituciones. Y la criminalidad aumenta.

Las medidas recientes contra la corrupción en Guatemala, Perú, la República Dominicana y Brasil destacan la importancia de abordar este tema de lleno.
En Guatemala, seguimos apoyando a la CICIG —el órgano de la ONU creado en 2006— para reivindicar el Estado de derecho, fortalecer la rendición de cuentas e investigar de manera independiente las actividades ilegales y corruptas que afectan a las instituciones gubernamentales.

El 2018 debería ser el año en el cual los países del Hemisferio Occidental recobren la confianza de su pueblo, del pueblo que representan, y tomen medidas genuinas contra la corrupción.

Como mencioné antes, la Cumbre de las Américas organizada por Perú, tendrá lugar en abril en Perú. Apoyamos decididamente el tema de este año: “Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción”. E instamos a cada una de las naciones en la región a adoptar este lema.

Fomentar la transparencia, generar mayor rendición de cuentas y erradicar la corrupción son requisitos indispensables para crear una economía sólida en la región, promover la seguridad y preservar nuestros valores.

Las instituciones y los gobiernos fuertes que responden ante su población también preservan su soberanía frente a posibles acciones predatorias de actores que ahora se manifiestan en el hemisferio.

China —tal como hace en los mercados emergentes en todo el mundo— presenta la apariencia de una vía atractiva hacia el desarrollo. Pero en realidad, esto a menudo implica conseguir ganancias a corto plazo a cambio de la dependencia en el largo plazo.

Piensen en cuánto se diferencia el modelo chino de desarrollo económico de la versión estadounidense.

La propuesta de China siempre tiene un alto costo, generalmente bajo la modalidad de inversiones dirigidas por el Estado, ejecutadas con mano de obra importada de China, costosísimos préstamos y una deuda insostenible. El modelo chino extrae valiosos recursos para alimentar su propia economía, a menudo sin tener en cuenta las leyes o los derechos humanos.

En la actualidad, China está logrando una fuerte presencia en América Latina. Está usando su injerencia económica estatal para empujar a la región dentro de su órbita. El interrogante es el siguiente: ¿A qué costo?

Actualmente, China es el mayor socio comercial de Chile, Argentina, Brasil y Perú. Aunque este comercio ha reportado beneficios, las prácticas comerciales desleales empleadas por numerosos actores chinos también han perjudicado a los sectores manufactureros de estos países, y han generado desempleo y erosionado los salarios de los trabajadores.

América Latina no necesita nuevas potencias imperiales que solo pretenden beneficiar a si mismos. El modelo de desarrollo con dirección estatal de China es un resabio del pasado. No tiene que ser el futuro de este hemisferio.

La presencia cada vez mayor de Rusia en la región también es alarmante, pues sigue vendiendo armas y equipos militares a regímenes hostiles que no comparten ni respetan valores democráticos.

Nuestra región debe ser muy cauta ante potencias remotas que no reflejan los valores fundamentales compartidos en la región.
Los Estados Unidos se destaca con un marcado contraste.
No buscamos acuerdos cortoplacistas que generan retornos desproporcionados. Buscamos socios que compartan los valores y visiones que favorezcan un hemisferio seguro y próspero.

El enfoque estadounidense se basa en objetivos de beneficio recíproco para contribuir a que ambas partes crezcan, se desarrollen y se vuelvan más prósperas, y lo hagan observando el derecho internacional, dando prioridad a los intereses de nuestros socios y protegiendo nuestros valores.
Ustedes tienen en los Estados Unidos a un socio multidimensional, que beneficia a ambos lados participando para contribuir al crecimiento económico, la educación, la innovación y la seguridad.

Este año, Estados Unidos está dispuesto a crear relaciones incluso más profundas con los socios de América Latina y el Caribe, con el objetivo de ampliar la libertad para más personas.

Tenemos una oportunidad excepcional de partir de nuestra historia común, cultura y valores para generar más oportunidades, estabilidad y prosperidad y una gobernabilidad más resistente en América del Sur, América Central, América del Norte y el Caribe.
En este año de las Américas, los Estados Unidos seguirá siendo el socio más constante, fuerte y duradero del Hemisferio Occidental. Muchísimas gracias por su amable atención. (Aplausos).

Link al discurso original en inglés


VOLVER

También podría gustarte