Juan Valdés Paz, sociólogo cubano: “La pobreza no está reconocida en el discurso oficial”

Por Angel Marqués Dolz.

Unas horas más y Cuba amanecerá con un gobierno post Castro. No fue por Washington, que salvo una invasión directa de sus legiones, lo ensayó todo; ni la tragedia de Moscú; ni los desatinos internos; ni todo eso junto; sino por un agente de cambios que no se toma vacaciones: el tiempo.

En las avenidas, las pancartas de propaganda están en gris, mudas, una parábola de que el país aguanta la respiración en espera del lema que paute el relevo generacional del poder creado por los padres fundadores de la Revolución.

Las expectativas entre los cubanos no corren tanto tras las posibles figuras del gabinete, casi todas jerárquicamente previsibles, sino acerca de cómo la flamante administración manejará el proceso de reformas en curso, explicitado como una “actualización”.

Buscando aproximaciones retrospectivas y presentes al escenario actual, el más conjeturado, vigilado y decisivo del proyecto socialista, OnCuba tocó a la puerta de Juan Valdés Paz (1938), Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2014.

Diestro en heterodoxias, guevarista al no aceptar ser un obediente funcionario y, sobre todo, leal a una coherencia que le ha permitido un territorio de lucidez nunca anexado por tentaciones cortesanas o autos de fe, Valdés Paz nos recibe en su casa, ubicada en una de las zonas de La Habana profunda.

Estamos en Pogolotti, un modelo del obrerismo cubano de principios del siglo XX, convertido después por algunos en sonante blasón de la guapería urbana, con calles erosionadas y peripecias hampescas, uno de tantos entornos que la narrativa oficial rotula como barrios con “desventajas sociales”.

Vamos a los orígenes. ¿Qué observó Jean Paul Sartre cuando viajó a Cuba en 1960 para afirmar que estaba en presencia de una democracia directa?

El propio Sartre no hubiera dicho eso de nosotros a principios de los 70. Pero era muy comprensible que estuviera epatado a principios de los 60, no solo él, sino otros muchos.

Era todo un pueblo movilizado, Fidel pasaba horas y horas en la televisión o en la plaza pública aleccionando a la población, y podrías considerar que eso era una consulta popular y que por tanto era una expresión de democracia directa. La consulta convierte a una asamblea en la plaza de la Revolución en un acto de democracia directa, aunque los que estaban reunidos allí no eran suficientemente representativos de la población. Pero de todas maneras era impresionante.

Caben discusiones técnicas sobre la representatividad, pero en el 59 las encuestas daban un apoyo a la Revolución de 98 por ciento.

Un consenso impresionante…

El consenso se mantuvo mayoritario casi todo el tiempo por el hecho de que la emigración masiva de la burguesía nacional y de la mitad de las capas medias profesionales, hacía que el disenso interno disminuyera permanentemente.

En un hipotético regreso de Sartre a Cuba, ¿qué apreciaría ahora el filósofo francés?

Un sistema parlamentarista, en el que para que la Asamblea Nacional juegue su papel habría que suprimir la figura del Consejo de Estado.

Explíquese, por favor…

El Consejo de Estado sustituye a la asamblea en su receso. De manera que nunca tendremos una asamblea operante, que ejerza lo que dice la carta magna de que es el órgano supremo del Estado, el cual puede ejercer los tres poderes. Los números lo dicen: por cada ley aprobada por la Asamblea, hay entre cuatro y cinco Decretos aprobados por el Consejo de Estado. Al final quedamos gobernados por el Consejo de Estado.

Algunos adelantan que habrá una separación de cargos al más alto nivel…

Lo que aún existe se resolvió ad hoc para el liderazgo de Fidel Castro, que lo continuó Raúl, y es que el presidente del Consejo de Estado sea jefe de gobierno también, cosa que incluso en otras experiencias del socialismo real no ha existido. Ni en China, ni en Vietnam, ni siquiera existió en la Unión Soviética.

Creo que esa es una de las cuestiones a resolver: separar la jefatura del Estado de la del Gobierno.

Ya hay escenarios experimentales de tal esquema en las dos provincias ex habaneras…

Parece que todo quedó en crear un vicepresidente de la Asamblea para que atienda a la Administración. De modo que no se va a resolver una separación completa todavía. Imagino que todo eso lo están derivando para la reforma constitucional que acaban de refrendar en el quinto pleno del Comité Central.

Algunos especulan que esa reforma constitucional traería la elección directa del Presidente de la República, quedando abolido el actual sistema de segundo grado.

En el diseño actual del sistema político cubano no existen decisiones personales, todas las decisiones son colegiadas. Tanto en la asamblea, como en el Consejo de Estado y en el Consejo de Ministros.

Este carácter colegiado de la decisión es, en mi opinión, componente de un mayor desarrollo democrático socialista. Por tanto, los presidentes que vendrán estarán sometidos a la regla de que la decisión es colegiada. Entonces hablar de presidencialismo sería un paso atrás, cuando aspiramos a que todo sea lo más colegiado posible.

Volviendo al parlamento. ¿Cómo lo concibe en el futuro?

Más pequeño, profesional y operativo; que sesione permanentemente; un Jefe de Estado electo por la Asamblea y un gabinete de gobierno, con su Primer Ministro, también aprobados por la Asamblea Nacional.

¿Y quién elegiría al primer ministro?

Lo podría proponer el propio Jefe de Estado o la propia Asamblea. O como va a ocurrir por un tiempo indefinido en la historia, el Partido le propone a la Asamblea un jefe de Gobierno y un jefe de Estado. El resto de los miembros de gobierno, como ahora, no tienen que ser diputados.

Pero el Partido, tal como prescribe la ley, no interviene como postulante en las elecciones.

No me parece disonante que el Partido le proponga candidatos y leyes a la sociedad, dado que es un partido de vanguardia que deberá jugar su papel en el sistema político. Al definirse como la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, me da la idea de que el Partido equidista de la sociedad y del Estado, y en esa idea de equidistancia uno puede suponer que representa a la sociedad frente al Estado y legitima al Estado frente a la sociedad.

En la letra es así, pero en la realidad…

Lo que tenemos en la experiencia histórica de todo el socialismo real es una colusión del Partido con el Estado. Pero no es lo que está prescrito. Ciertamente, el Partido suplanta a las autoridades en muchos niveles del país. Sobre todo en provincias y localmente. Llevamos una larga lucha por la separación del Partido y el Gobierno, no concluida.

Es que muchas veces se trata de los mismos protagonistas. Existe ubicuidad y solapamiento…

Pero eso no impide que puedas hacer explícito las reglas para lograr esa equidistancia del Partido del Estado.

¿Cómo?

Por ejemplo, si el compañero que vamos a tener a partir del 19 de abril nace con las reglas de limitación de mandatos, se ha producido una revolución en la Revolución, porque eso crea una dinámica totalmente diferente en la política cubana. Pero si además de las reglas de limitación de mandato, pones dos reglas más: límite de edad, por abajo y por arriba, para ejercer el cargo –hasta la iglesia retira a los obispos a los 75 años– y además pones la regla de la incompatibilidad de cargos, que no puedes ser miembro del gobierno si eres miembro de la asamblea; o que un dirigente del Partido o de organizaciones de masas no puede ser diputado o viceversa… En fin, nada impide poner esas reglas que introducirían otra revolución en el sistema político cubano sin cambiarlo. Además, haría efectivo el principio de la rendición de cuentas.

Al no haber reglas de incompatibilidad, el Partido asegura o quiere asegurar su línea en el Estado, poniendo sus dirigentes en direcciones estatales. Pero el papel del Partido es una dirección político-moral, utilizando el lenguaje gramsciano, sobre el Estado.

El Partido no puede asumir entonces que es un suprafuncionario…

Eso está en el terreno de la discusión. Habría que superar la etapa en que la Revolución convirtió a sus líderes en dirigentes de Estado.

Una semana antes del encuentro con el profesor e investigador Juan Valdés Paz, el periódico Granma, vocero del Partido Comunista, publicó un resumen del V Pleno del Comité Central.

El documento, puesto bajo la lupa por nuestro entrevistado, develaba serias dificultades para implementar las reformas y remitía proyecciones de cambios constitucionales esperados por la ciudadanía.

En las manos de Valdés Paz, el mensaje partidista sirve ahora de leit motiv para continuar la entrevista con este profesor del antidogmático departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Sus puertas fueron cerradas en 1971, junto con la revista Pensamiento Crítico, como prefacio del ominoso quinquenio gris y del maridaje con los soviéticos.

¿Qué calado podría tener la reforma constitucional?

La reforma constitucional que está anunciada, según lo que se vaya a reformar, llevará referendo o no.

¿Y qué líneas serían susceptibles de reforma?

Algunas áreas de la actual Constitución tendrían que modificarse para dar cuenta de los cambios económicos, porque parte de los Lineamientos no caben en la actual Constitución.

Por ejemplo, no reconoce la propiedad cooperativa no agropecuaria, solo la agropecuaria, ni a la propiedad totalmente extranjera, cuentapropista, etcétera. Entonces, hay que modificar la Constitución, por lo cual las cuatrocientas cooperativas urbanas que se aprobaron están transitando como experimento. Todo lo que es propiedad pública solo se puede entregar en condiciones de usufructo, porque la Constitución actual no permite la privatización de ningún bien público.

¿Qué líneas son inamovibles?

Homero Acosta –que, ojo, es una estrella ascendente– señaló que hay dos cosas que no se van a modificar de la actual Constitución: el carácter irrevocable del socialismo y el papel dirigente del Partido.

¿Y para cuándo estarían a punto los cambios en la carta magna?

Cuando se dice que está en estudio la reforma constitucional, eso significa sine die, pero lo más importante es que el Partido se ha comprometido con la reforma, que no tiene marcha atrás. Otro punto interesante es que dice el Pleno: la reforma tendrá en cuenta nuestra historia constitucional.

¿Será pensando en la carta de 1940?

En la de 1940 y en la de 1901. El pleno deja abierta la posibilidad de que esas experiencias puedan ser puestas sobre la mesa. También podrían ser consideradas las experiencias de China y de Vietnam y del neo constitucionalismo latinoamericano en casos como los de Bolivia, Ecuador y Venezuela.

¿El hecho de que la Asamblea Nacional regrese al Capitolio Nacional es un símbolo de que la reforma estaría comprometida y respeta ciertos valores cívicos de la república anterior, pese a sus deplorables manquedades?

Hemos tenido el único parlamento en la historia que no ha tenido sede.

En marzo de 1959 el gobierno revolucionario metió en los jardines del Capitolio una feria agropecuaria. Llenó de vacas y de cerdos aquel lugar “sagrado, donde estaba la estatua de la República. Estaba claro que ya no había parlamento, símbolo de qué República era aquella.

Después fue utilizado el Capitolio como edificio para diversas funciones públicas y ministeriales, hasta que apareció un extraordinario personaje, Eusebio Leal, quien con sus capacidades y buenas relaciones con Fidel y Raúl, logró ir colocando poco a poco sucesivos rescates patrimoniales.

Estamos entrando en un período de madurez, desgraciadamente a punto de morirnos, que nos permite apreciar con más ecuanimidad, incluso, a figuras que no fueron revolucionarias como Jorge Mañach, un liberal burgués que hizo aportes a la cultura del país; o como los hizo la Constitución de 1940, muy avanzada para la época y en el contexto latinoamericano, etcétera.

La reforma económica cubana es una reforma traída por necesidades imperiosas y uno de sus efectos colaterales es el incremento del patrón de desigualdad social ya existente. Recientemente al intervenir desde el público en Último Jueves, usted lanzaba una pregunta al panel: “¿Hasta qué grado de desigualdad social está dispuesta a soportar la sociedad cubana?” Para muchos viejos comunistas y luchadores esta reforma está sentando a Cuba sobre las rodillas del capitalismo, porque, desgraciadamente, parecería que no hay alternativas al capitalismo como fuente de riqueza.

Es un asunto muy peliagudo. Si se lee la discusión de los economistas, están preocupados porque se acelere el proceso de reforma económica, porque el actual modelo no da respuesta al desarrollo del país, sabiendo que muchas de esas reformas tienen consecuencias sociales, pero las ponen entre paréntesis. Dentro de ese grupo los hay más liberales y menos liberales. Los Lineamientos les ponen a los cambios ciertas arandelas, trasmitiendo la idea de que siempre habrá límites socialistas.

¿Se disparan muchas dudas cuándo se habla de límites?

Cuando se dice que se le pondrá límite a la acumulación de riqueza, se está estableciendo un límite para la reforma. Cuando se defiende la política social, se está poniendo otro límite, porque eso quiere decir que hay que asegurar que el gasto público no baje o que una parte de la inversión hay que hacerla en política social. Todas esas son cortapisas que se le ponen a la furia por la reforma económica.

Todos tenemos un cierto modelo en la cabeza. Unos son más chinos; otros más vietnamitas; otros más autóctonos. Creo que es justo tener estos últimos, no copiar. Ahora, sucede que los modelos de autoctonía que hemos hecho han sido un desastre.

¿Una sociedad de iguales es una utopía?

La igualdad es una utopía. Siempre hay un patrón de desigualdad. Lo único que es igual es la Matemática, la Lógica y el Derecho. Lo que hace la Revolución es minimizar el patrón de desigualdad, menos ricos y menos pobres.

El patrón de desigualdad expresa que la distribución de los bienes y los ingresos está estratificada. En los años 80 teníamos un coeficiente Gini, de o,20; ya tenemos o,40. En América Latina es sobre 0,60. Vamos a terminar probablemente en los próximos diez años en 0,45 ó 0,46.

¿Eso nos pone al nivel de qué país?

Quizás Costa Rica en América Latina; o Suiza en Europa. Pero aquí hay dos problemas implicados. El primero es fáctico. El hecho de que el patrón de desigualdad se eleve quiere decir que la sociedad igualitaria que ha prometido el comunismo está muy distante. La transición nuestra está marchando con una notable desigualdad y estamos rectificando cinco décadas de igualitarismo. Recordemos que toda la política anterior ha sido para forzar un mínimo patrón de desigualdad. Al abrir el patrón de desigualdad, cambiamos las características del modelo económico y además hay que buscarle otro discurso que legitime esa desigualad.

Es posible matizar ese patrón de desigualdad…

Un mayor patrón de desigualdad no es un problema tan grave, según mi opinión, como la situación que tenga el término inferior de la desigualdad. Si alguien tiene 1000 cañas y otro tiene 500, hay desigualdad entre los dos. El problema es cuando alguien tiene 1000 y el otro 100 o ninguna.

Habría que diseñar políticas efectivas de protección para los grupos más vulnerables…

Si Ud. hace una política permisiva para que se pueda producir una mayor acumulación de ingresos en ciertos grupos, y no tiene una política paralela de mayor prioridad contra la pobreza, está permitiendo un patrón de desigualad que no solo cada vez es más desigual, sino que el término inferior está cada vez más jodido.

La pobreza es un dato que manejamos los sociólogos. No está reconocida en el discurso oficial. Si no se habla de pobreza, entonces no hacemos política expresa para la pobreza. Ninguna sociedad ha resuelto el problema de la pobreza, ni las más opulentas, aun teniendo políticas contra la pobreza.

Los “Lineamientos” asumieron que era necesario un mayor patrón de desigualdad, garantizando una política social para que toda la sociedad estuviera protegida en un acceso a bienes básicos, reservando el subsidio para los grupos más vulnerables. Por ejemplo, suprimir la libreta de racionamiento que subsidia los productos, y pasar a subsidiar a las personas. Sin embargo, recuerdo que este lineamiento fue de menos consenso de la propuesta.

El problema siempre es dónde se corta el grupo que vas a proteger. En otras palabras, por dónde se corta el pescado.

El crecimiento de los grupos de altos ingresos, por el llamado efecto derrame, estaría mejorando la vida de los pobres.

No. Crea algunos empleos, algunos de ellos mejor remunerados que los que del sector estatal, pero de ahí no pasa. Una propuesta neoliberal de la economía es el derrame del sector privado.

Se ha dicho que hay un horizonte político esperando por la llegada de estos grupos capitalizados…

Los altos ingresos permiten privatizar tu vida. Con la acumulación de ingresos y de riqueza, algunas incuantificables, más o menos lícitas, esos grupos ganan poder político, capacidad de ruptura. Van creando una salud pública para ellos, una educación para ellos, porque el excedente que acumulan les permite crearse una segunda economía para ellos, y les permitirá influir políticamente, más tarde o más temprano. Tenemos un problema porque los grupos de altos ingresos se van a inventar un país para ellos. De ahí no le viene al resto de los cubanos ninguna solución a sus problemas.

Dadas las circunstancias y las cortapisas, esos grupos no deberán pasar de magnates de bolsillo.

El socialismo puede crear regulaciones, pero la reacción hasta ahora ha sido administrativa: poner limitaciones, no dar personalidad jurídica, enviar inspectores que muchos son sobornados, etcétera. El Estado tiene que crear las condiciones para que esa actividad económica que ha aceptado como necesaria se desarrolle. De la manera que la tiene, se alimenta la bolsa negra, la corrupción, el empleo informal sin derechos…

Por otra parte, se discute hasta cuánto pueden acumular. El Estado podría, llegado cierto límite de crecimiento, permitir que tales negocios se asocien con el sector estatal. Entonces ya la acumulación de riqueza no es en una determinada empresa privada, sino mixta.

Lo que no es ninguna fórmula es esta en que estamos. No puedes aceptar por un lado que necesitas un sector privado (que nunca debió desaparecer) y tratar a sus actores como si no fueran personas jurídicas, con derechos y deberes, agentes económicos que necesitas y que cumplen una función de crecimiento, de eficiencia y de acumulación.

¿Cuál es la pieza estratégica de este rompecabezas?

Una vez que aceptas que el modelo económico del socialismo cubano necesita la existencia de un sector privado y cooperativista, el problema es cómo lo articulas con la economía socialista para que no se convierta en una fuerza antisocialista.

Una pretensión cortésmente soplada al oído de los cubanos por Obama…

El gobierno de Estados Unidos apuesta a que el sector privado va a ser antisocialista, opositor, disidente… Para evitar eso, tiene que haber una articulación. La Revolución Cubana posee una experiencia exitosa para resolver ese problema, que es la política con el campesinado. Emergente de la Reforma Agraria, una parte del campesinado ha sido el único agente privado que ha existido a lo largo de toda la Revolución. Habría que partir de esa experiencia y buscar cómo este nuevo sector privado emergente se va a articular con el Estado para que quiera hacer el socialismo y para que haya una comunidad de intereses compartidos.

¿Las lecciones de Europa del Este valen para Cuba?

Nosotros estamos muy lejos aún de las reformas que en su momento hicieron los países socialistas europeos del Este, que no se hundieron por las reformas económicas, sino que enfrentaron las incongruencias de su sistema político. La corrupción de la clase política, la inoperancia del Partido, los privilegios, el alejamiento de las masas, la falta de democracia real. Eso fue lo que los hundió. Algunos siguen hablando de que había una conspiración de la CIA. Todas esas son tonterías.

Continuará…

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