La reforma universitaria que se necesita

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Alberto Taquini (H)

Recientemente, se llevó a cabo en Mendoza la primera Feria Internacional de Educación Superior Argentina. Participaron más de 100 Universidades entre argentinas y extranjeras, en un hecho significativo para la internacionalización de la educación superior. Este evento, en coincidencia con el año del Centenario de la Reforma del 18, y los 50 años del Plan de Creación de Nuevas Universidades, nos motiva a pensar el legado, presente y porvenir de la Universidad. El desafío de preservar, incrementar y transmitir los saberes desde una visión fundacional de cada universidad, ha sido -desde la primera casa de estudios creada- la razón definitoria de la lucha por la autonomía, entendida como atributo indispensable para asegurar un proyecto cultural y social desde la diversidad de ideas.

La reivindicación de la autonomía, la democratización en el acceso y la libertad de cátedra, ocupan un lugar central en el universo discursivo conmemorativo del centenario de la Reforma, pero poco se dice del espíritu disruptivo del manifiesto estudiantil que dio origen al movimiento y que hoy se expresa naturalmente de maneras diversas. Quien motoriza y motiva el cambio es el estudiante. Sus comportamientos y prácticas sociales, muchas de ellas hoy atravesadas por el paradigma digital, ponen en jaque el status quo de la Universidad y la educación superior, ancladas en la tradición.

La reforma de la educación superior del plan de Nuevas Universidades del 70 llevó de 9 a 23 el número de Universidades Nacionales en 3 años. Se logró dotar a las provincias y crear las dos primeras universidades del conurbano bonaerense pese a la resistencia y la inercia de las universidades tradicionales y el ministerio de la época. Las creaciones posteriores continuaron el camino de la expansión, aunque con diversos objetivos. Las demandas institucionales, ahogadas en la coyuntura, pierden de vista una realidad que cambia aceleradamente. Se pide extensión y anclaje territorial cuando la internacionalización y la digitalización comunicacional borran fronteras y distancias. Se implementan paliativos para retener a estudiantes desmotivados, pero la dinámica del aula no se modificó prácticamente desde el siglo XIX. Se repiten contenidos que están en la nube y se obsoletizan las carreras por demoras en su concepción, aprobación e implementación, cuando los nuevos requerimientos de calificación surgen cotidianamente.

Los jóvenes de este siglo no solo demandan, sino que viven y experimentan autónomamente otras modalidades de aprendizaje. La educación permanente es la realidad cotidiana de un aprendizaje desvinculado del sistema formal que tiene como escenario la nube, como soporte los dispositivos tecnológicos y la conectividad y como protagonista, una comunidad colaborativa de pares y referentes que rompe la formalidad entre profesores y estudiantes. YouTube es un ejemplo claro de oferta y búsqueda de contenidos para todos los niveles. El ejercicio de la autonomía del estudiante pone en cuestión las tradicionales visiones de la autonomía académica institucional que limitan el diálogo con saberes no curricularizados.

La aparición de plataformas internacionales que ofrecen a las instituciones prestigiosas incorporar cursos -incluso gratuitos-, modificó rotundamente las reglas de juego donde se deben mover las universidades del mundo. Las plataformas no descubrieron la pólvora, sino que dan rápida respuesta a cambios culturales que las universidades no perciben: las búsquedas de los estudiantes de cursos transnacionales son una tendencia global de Oriente a Occidente que una simple consulta en Google Trends demuestra con facilidad.

La formación virtual a través de plataformas es una realidad que no invalida a la universidad física y a la vida académica presencial. La vida académica virtual nutre a la presencial y viceversa. Hace un tiempo, para impulsar la marcha de la innovación, buscábamos llevar la nube al aula. Hoy, el desafío es colocar el aula dentro de la nube. Empezamos a investigar y alentar un nuevo modelo de universidad, tomando el formato de crecimiento de la plataforma Netflix, para individualizar la experiencia gracias a la diversidad de oferta y a la potencia de los algoritmos, utilizando las herramientas del big data y el machine learning.

Hoy, plataformas como Coursera, Udemy y EDx son grandes actores de la educación que concentran parte de la demanda de formación virtual. Recursos como Google Classroom permite a los docentes generar cursos para sus estudiantes, evaluar y promover el intercambio. También la educación virtual ya se expande en la educación básica y media. Khan Academy permite a los estudiantes inscribirse en cursos, a los docentes crearlos, a los padres seguir la evolución de sus hijos y a las escuelas integrarse internacionalmente.

Por primera vez una universidad argentina -la Nacional de Córdoba- se alió con notable éxito a EDx incorporando un curso virtual, pero este es un caso aislado. La virtualidad transforma el sistema y propone nueva lógica de aprendizaje. El enfoque va más allá de las discusiones de gestión académica y la forma tradicional de estructurar la docencia en cátedras y currículos sobre estándares rígidos.

Este nuevo escenario nos lleva inexorablemente a la idea de que los estudiantes de todos los países posean un pasaporte de validez transnacional, que registre sus competencias y logros y que garantice la fe pública de su calidad. En momentos de transformación como los que vivimos, el sesgo romántico de las conmemoraciones atrasa: las metas de las reformas universitarias de ayer no son las de hoy. El Centenario de la Reforma y el Cincuentenario del Plan de Nuevas Universidades deben hacernos reflexionar acerca de los cambios por hacer ante la realidad de jóvenes que no limitan su formación a la universidad, sino que adquieren competencias y saberes a través de instancias que el sistema formal de la educación superior desestima. El deseo de esa contribución es estimular el postergado cambio.

Equipo Nueva Educación

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