Colombia: entre la esperanza y el desánimo – Por Marcela Gómez Olarte, especial para NODAL

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Marcela Gómez Olarte*

El próximo domingo 17 de junio se llevará a cabo el ballotage o la segunda ronda electoral como se la llama en Colombia. Los candidatos representan sectores diametralmente diferentes. Iván Duque, es el candidato de Álvaro Uribe, ex presidente de Colombia con una larga lista de violaciones a los derechos humanos, vínculos paramilitares, un extraordinario crecimiento de su patrimonio y es además el ferviente promotor del “no” en el plebiscito sobre los Acuerdos de Paz celebrado durante el 2016. Duque se dio a conocer por Uribe y está anclado de manera indisociable a su figura.

Por otro lado Gustavo Petro fue alcalde de Bogotá, durante su mandato se crearon 417 jardines de infantes, construyó una sede de la universidad Distrital en las periferias de la capital, creó la Secretaría de la Mujer, inauguró el centro de Cuidadanía LGBTI, y creó centros de atención a abortos permitidos por la ley. En su gestión, fue prioridad el cuidado del medio ambiente, la concientización sobre el calentamiento global y la importancia de cuidar los humedales. Petro fue además parte del M-19, una organización guerrillera que nació en los setentas y se desmovilizado en los noventas, su militancia dentro de ese grupo armado ha sido el caballito de batalla de sus detractores, tanto que todos los discursos que buscan desprestigiarlo se han construido en torno a este hecho. Por ello es común decirles a los seguidores de Petro “castro-chavistas” un término que condensa una premisa: “si Petro gana, vamos a ser Venezuela”.

En este contexto los que sienten que sus intereses se verán afectados, son los que se han encargado de difundir imágenes y noticias fragmentadas, resignificándolas como mejor les conviene donde Petro es nuevamente acusado de poner en riesgo las dos cosas más sagradas en Colombia: la fe católico-cristiana y la propiedad privada. Imágenes en la que Petro recibe a líderes espirituales de los pueblos originarios, fueron traducidas como su participación en ceremonias satánicas y pactos de hechicería. Es frecuente ver en redes sociales discusiones en las que se habla de expropiaciones o incluso de que ciudadanos que sean oposición van a tener que huir con la ropa que lleven puesta. La forma en la que opera la oposición es la misma utilizada en la campaña del “no”en el plebiscito sobre los acuerdos. Otra cosa que vuelve a coincidir son los votantes, según el mapa electoral del plebiscito, las zonas que votaron por el “sí” a la paz fueron las más golpeadas por el conflicto armado, mientras los centros urbanos a los que la guerra les paso por el costado se opusieron. En las pasadas elecciones del 27 de mayo, el mapa electoral vuelve a coincidir, las principales ciudades acompañan a Duque y los lugares más rezagados van con Petro, con algunas excepciones y obviamente con una enorme diferencia a favor del candidato de Uribe.

No digo que todo esté perdido, porque pese a todos los pronósticos Petro está en la segunda vuelta y, en cierto punto, eso se debe al voto joven.

Esos Jóvenes del uribismo

Existen muchas formas de ser jóven, pero la forma en la que se transita esta etapa en los países periféricos y en las clases sociales desfavorecidas dista mucho de las representaciones hegemónicas que aparecen en los medios de comunicación. Yo viví la juventud de una chica pobre, hija de madre soltera a la que la realidad confronto al salir de la escuela. Egresé de la secundaria durante el 2003, en aquella época no tenía idea de que quería estudiar, pero mucho menos sabía cómo lo iba a pagar, la opciones eran pocas; una era ingresar a la universidad pública -que en Colombia es arancelada- y la otra era la privada, a esta se accede mediante un crédito. Lo cierto era que ese año no iba a estudiar, mi mamá no calificaba para el préstamo y yo seguramente no podría aprobar el examen de ingreso a la universidad pública, porque mi escasa formación me hubiese exigido realizar unos cursos de preparación para el examen que tampoco podía pagar. La única opción era trabajar, pero para eso existía otro problema adicional, tenía diecisiete años, no tenía aún la edad de empleabilidad según la ley. Así que sin quererlo me convertí en una “ni-ni”.
Con este relato casi anecdótico, lo que quiero contar es que lo que me pasó no es un caso aisladosino que el caso de la gran mayoría jóvenes en el país.

Mientras una minoría salía de prestar servicio militar obligatorio e ingresaba con “éxito” a trabajos en los que se vencía el contrato a los tres meses, los otros vivían de conseguir uno que otro trabajito a diario. Una imagen recurrente en las esquinas de los barrios populares bogotanos, era ver jóvenes hablando o riendo fuerte, años después me habría de enterar que muchos de estos jóvenes fueron víctimas de lo que se conoció como los falsos positivos. El caso que más relevancia tomó fue el de los diecinueve jóvenes que fueron engañados con promesas de trabajo en fincas y por ello trasladados a zonas rurales. Una una vez allí, los mataron y los vistieron con uniformes camuflados, los hicieron pasar por miembros de las FARC muertos en combate. Los decesos ocurrieron en casi todos los casos 24 horas después de haber sido denunciada su desaparición, razón por la cual era casi imposible que estuvieran en combate un día después de unirse a las filas guerrilleras. Un detalle escalofriante en el que que coinciden varios cuerpos exhumados, es en las botas, algunas eran nuevas, otras estaban puestas de forma invertida e incluso tenían puesto un número que no era el del joven fallecido.

Bajo la política de seguridad democrática implementada en el gobierno de Álvaro Uribe, se ofrecieron incentivos económicos y simbólicos por matar indiscriminadamente guerrilleros y presentar resultados. Militares de alto rango contrataron a personas que captaban a los jóvenes en barrios pobres y posteriormente ellos los ejecutaban y entregaban bajo la etiqueta de guerrillero, lo más doloroso de estas historias, es que hoy se habla de más de diez mil desaparecidos bajo esta modalidad, donde muy pocos culpables fueron castigados.

Dicho todo esto, si usted me pregunta que se disputa en las próximas elecciones, yo diría que el país de los falsos positivos, un país que desde que cuya historia duele cada vez más y en la otra orilla un país que ni siquiera hemos tenido la oportunidad de imaginar, porque nos han metido tanto miedo, que hasta soñar cuesta.

¿Y ahora qué?

Colombia es el país con la historia más atípica de la región latinoamericana, a contramarcha de las olas dictatoriales en los años setentas y sin ninguna dictadura horrorosa, tenemos el mayor número de desaparecidos del cono sur, aún no se habla de reconciliación y son escasas las políticas con respecto a la memoria. En los mal llamados “populismos” de los últimos años, tampoco tuvimos representante, nosotros como si nada nos pudiera influenciar, continuamos perpetuando el neoliberalismo, porque después de Alvaro Uribe, vino su ministro de Defensa Juan Manuel Santos, quien estaba en el cargo cuando ocurrieron las ejecuciones extrajudiciales mencionadas, pero irónicamente fue merecedor del premio nobel de la paz. En medio del retroceso regional y del retorno a la derecha espero que Colombia siga a contra marcha y gane la Colombia Humana de Gustavo Petro.

*Comunicadora colombiana

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