La unidad, esa incógnita optimista – Por Héctor L. Santella y Matías O. Feito

Por Héctor L. Santella y Matías O. Feito *

“debe observarse que el optimismo no es otra cosa, muy a menudo, que un modo de defender la propia pereza, las propias irresponsabilidades, la voluntad de no hacer nada”

Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, Tomo 4, págs. 99-100

En la historia, más de una vez dice Tinianov, las generaciones jóvenes se han rebelado dándole la razón a los abuelos, revisitando a los abuelos. Esto nos remite a pensar la transformación social. Pero también a transitar un abandono, un desierto, un borramiento intelectual de las fuerzas que sostenían esta meta.

El abandono de la transformación social es una desaparición sutil en las ideas de una época que se manifiesta como una lengua ilegible, inaudible e impalpable al aproximarnos a los problemas del estado y el poder. Incluso sentirse extrañados en la mesa donde la polémica no transciende nuestra silla parece el castigo contemporáneo para aquellos que se mantienen bajo una bandera propia.

Un desierto también puede ser un punto de partida. Asumir el desarme intelectual es una tarea necesaria ante la militancia diaria, aprender a confrontar nuestras prácticas desde una sensibilidad crítica y preguntar hasta que ordene.

¿El fin del poder? El Partido del Orden

Un punto de escucha entre los discursos políticos e ideológicos que atraviesan el cono sur, de país en país, las discusiones se superponen, se amontonan las caracterizaciones desgastadas de un período anterior: “volvimos a los 90s”, “es igual a la dictadura militar” o “neoliberalismo” resuenan entre la agitación y la denuncia a un proceso político que se impone en varios países. Tomemos en cuenta que al repetir las caracterizaciones políticas se corre el riesgo de un automatismo en la respuesta con las mismas tácticas e instrumentos de protesta o lucha.

Si tenemos una imagen de las últimas modificaciones en los gobiernos del estado de nuestros países latinoamericanos, las experiencias políticas de organizaciones del campo del pueblo cubren un enorme abanico desde los que participan, o participaron, en distintos proyectos políticos en un proceso de institucionalización a aquellos que intentan reinstalarse en situaciones donde están excluidos de la escena política y/o sin lograr un peso decisivo en las luchas democráticas.

Nuestra sugerencia para caracterizar los grados de alineamientos de las fracciones financieras en el ámbito político, trata de ir señalando la construcción de un partido del orden. Las distintas fracciones del capital financiero que hegemoniza en cada país esta relacionado a la historia y a las específicas confrontaciones que la constituyeron. Podemos ubicar entre fines de la década del 70 y principio de la década del 80 este reacomodamiento fundamental en la región. El espectro de dominio deriva en formas institucionales, políticas y sociales, que responden a su avance.

Para el caso de Argentina conceptualizamos a la capa de la burguesía financiera, que hegemoniza la estructura social, en la personificación de Aristocracia Financiera, pero no necesariamente lo es para todos los países. Mantenemos la caracterización más amplia de una personificación política-económica que es la Oligarquía Financiera, organizada en grupos económicos, como repetición y diferencia que nos interesa remarcar un denominador común en la cúspide del poder. De allí que el ciclo pueda alternar una disputa entre “pelotones” de fracciones del capital financiero según el territorio económico.

La aporía entre fracciones financieras, como contradicción que se anula a sí misma, puede colaborar en los análisis de coyuntura, pero es sólo ante la emergencia, la existencia de una fuerza del campo del pueblo con una meta de liberación nacional y social cuando estas luchas de “arriba” toman aspecto de contradicciones internas al sistema aprovechadas desde “abajo”.

Un modo de salir de un momento contrarrevolucionario desde la perspectiva de las luchas del campo del pueblo, es señalar los grados de fractura de los de “arriba” e ir asumiendo una iniciativa propia en las contradicciones internas del sistema.

Una de las características del desenvolvimiento de la hegemonía del capital financiero es su capacidad de destruir territorialidades sociales, incluso hemos visto el extremo de destruir nacionalidades, naciones enteras, en la realización de sus intereses. La imagen de un desierto ante el paso de este modo de formar poder lo podemos registrar en las luchas mas adversas del campo del pueblo por defender su sola subsistencia social en los puntos más recónditos de nuestros países, en la soledad de la hegemonía del enemigo.

Desde los intereses de la oligarquía financiera la búsqueda de un contragolpe al más mínimo proyecto de independencia económica es muy certero. Los grados de alineamientos políticos, por el momento precario, de los grupos dominantes están dando sus mejores intentos en la búsqueda de un alineamiento político que defina con más firmeza su “orden” en la región.

Unidad: ¿todos hablan de lo mismo?

Desde esta parte de las luchas políticas y sociales del campo del pueblo escuchamos: ¡Unidad! ¡Unidad! ¡Unidad! Se repiten con la fuerza de una respuesta. ¿Respuesta a qué problema? A las últimas modificaciones en el poder político de nuestros países latinoamericanos. Las modificaciones en relación a nuevas alianzas sociales en el gobierno del estado que restauran o profundizan una economía de la deuda, la cartelización de la política y el aislamiento de la clase obrera de la lucha política (si es que había logrado reinstalarse en una situación anterior).

Al abordar nuestras investigaciones sobre los movimientos de oposición política y social utilizamos la unidad de clase como dimensión del poder. En este sentido las clases sociales son constelaciones de relaciones sociales donde distinguimos una territorialidad propia, las relaciones consigo misma como unidad. De allí que la relación entre trabajadores ocupados y trabajadores desocupados, las convocatorias por una central obrera o la adhesión de los trabajadores a una acción se entablan en esta dimensión, como relación consigo mismo.

Unidad, alianza y enfrentamiento social son dimensiones del poder e íntimamente entrelazadas en su aplicación. Las clases sociales son resultantes, se constituyen, en los enfrentamientos sociales. Esa es la complejidad de pensar la unidad de clase, remitirse al conjunto para comprender nuestros comportamientos en correspondencia con otros comportamientos, donde los reordenamientos impactan tanto al interior de la clase obrera como en las diferentes resoluciones de las crisis por los grupos dominantes. No por asumir la complejidad se debe caer en el posibilismo.

Por ejemplo. Para el grado de unidad de la clase, debemos observar la relación que una fracción obrera entabla con el resto de las fracciones obreras. En cambio, para buscar el término de alianza que aquella fracción obrera (para continuar con el ejemplo) anuda con otras fracciones no-obreras (la llamada “clase media”, burguesía con asiento local, etc.). El grado de unidad y el grado de alianza nos advierte sobre la importancia del enfrentamiento social entre fuerzas sociales (alianzas de clases).

¿Qué espacio tiene la unidad? Esta inquietud nos llevó a pensar la importancia de los grados de unidad en los niveles más directos de intereses económicos e intereses políticos. ¿Cómo hablar de unidad de clase si lo dominante es la dispersión en los niveles más bajos de organización? No hay que dejarse llevar por el ideologismo sin transitar y demostrar la trayectoria de grados de unidad en lo económico-gremial o lo político-gremial contra políticas de gobierno cuando estas son obstáculos en el desarrollo de las condiciones de vida de grandes porciones de la población (en lo económico inmediato). Solo la formación de fuerza social que articule nuevos espacios sociales abre una situación. Lo nuevo en la relación de fuerza hace a los reordenamientos desde la emergencia de lo subalterno.

¿Y si la relación de fuerza es desfavorable? Es un punto de partida, nuestra mirada parte de una situación de desarme. Evaluar el tiempo social de la dominación, encontrar las zonas de resistencia. Hay que partir de un lugar, tener continuidad. La crisis interna de la hegemonía es el otro tiempo social, permanencia-cambio, donde se abre una nueva situación como posibilidad y realidad. ¿Quién tiene la iniciativa en la transformación? ¿Su sentido es progresivo o regresivo?

La reflexión en la construcción de una territorialidad social, en la formación de fuerza social nos sirve para disponer de un arsenal teórico que no podemos dejar de lado, no podemos dejar sin lugar.

La resolución de las contradicciones internas en el campo del pueblo son tareas también de los intelectuales donde pueden convocar a su resolución. Es curiosa la velocidad en la que los grupos dominantes resuelven sus contradicciones internas y la consistencia con que asestan una ingeniería fragmentaria en el campo del pueblo.

Unidad sin exclusiones: ¡golpear juntos, marchar separados!

Hoy es tan fácil fracturar una organización como en otra época fundar agrupaciones o solo preocuparse por escribir el primer documento de fundación. Cuando los aspectos ideológicos predominan en las contradicciones internas por la conducción, ya-estamos conducidos y arriesgando demasiado mientras la niebla llegó y nos rodea.

La humilde tarea de “evitar las fracturas” por los cortes más bajos e irreversibles en un tiempo de desarme intelectual, un tiempo de debilidad para la clase obrera es un primer paso. Luego reconocer los problemas de la unidad como grados en relación consigo mismo (clase social), un punto de partida para fortalecer.

La iniciativa política aparece en manos de los “hijos” de la oligarquía financiera en plena construcción de trincheras y fortines a cada metro, centímetro, milímetro… dentro del sistema institucional político y social. ¿El fin del poder? Las metas de un partido del orden no tienen relación con el “reformismo”, sino con el dominio absoluto del capital financiero. La ingeniería fragmentaria del partido del orden parece advertirnos: quién regula la fractura del enemigo, regula su propia unidad.

El tiempo de la unidad, el espacio de la unidad son instancias de desenvolvimiento de una estrategia de poder. Este es el ámbito de la lucha teórica a recuperar en la acción y la reflexión. La ausencia o ineficiencia en su desarrollo es una de las características del desarme que mencionamos en este artículo.

¿Qué se presenta como lo “imposible” si solo visualizamos la coyuntura (estimulo-respuesta, táctica de bomberos)? La imposibilidad de producción de oposición política y social, la deficiencia en las tareas de conducción de una oposición. Reforzada al escuchar a cuadros políticos sobre la gestión, la gobernabilidad y toda dificultad traducida a esa lengua administrativa.

En fin, cada quién, cada cual, en la construcción de algún grado de unidad con permanencia en el tiempo, entra poniendo su porción de crisis ideológica en la acción. Esta artesanía no es instantánea, tiene la vía regia de la “persuasión fraterna” y la formación de cuadros para construir las fortificaciones y trincheras de las luchas por-venir.

(*) Investigadores del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), Buenos Aires, Argentina. Email: [email protected].


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