Los procesos de desigualdad en Uruguay – Por Daniel Olesker

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Daniel Olesker*

La pregunta ¿ha habido un modelo de desarrollo en Uruguay, desde 2005? ha estado muy en debate en estos años. Y si bien podemos compartir que la vida económica lleva siempre a flexibilizar la acción de gobierno, afirmamos que sí existió en Uruguay un modelo de desarrollo.

Y el eje principal de ese modelo ha sido el crecimiento con distribución. Esto implica partir de la tesis de que es posible crecer y distribuir al mismo tiempo; y que para ello son necesarias políticas públicas activas que alteren la desigualdad natural de las reglas del mercado. Implica que dichas políticas públicas deben actuar sobre la distribución primaria del ingreso (salario/ganancia) y sobre la distribución secundaria del ingreso (gasto público e impuestos).

Existen dos maneras de medir la desigualdad. Por un lado, está el índice de Gini que mide la desigualdad entre personas. Este índice varía de 0 a 1 y es 1 si la concentración es máxima (todo el dinero lo tiene una sola persona) y es mínima si el Gini vale 0 (los ingresos se reparte en partes iguales). Es decir que cuanto más cerca de 0 el proceso se va desconcentrando, y por ende aumentando la igualdad.Imagen relacionada

Por otro lado está el indicador de masa salarial sobre el ingreso nacional. Es decir: cuánto participa la clase trabajadora en el ingreso nacional y por ende, por residuo, cuánto es la plusvalía.

Los antecedentes

Desde 1974 hasta 2004 en Uruguay se desarrolló un modelo que no tuvo en cuenta los procesos de igualdad y cuyo resultado fue la concentración y la exclusión. Dicho modelo al que hemos llamado LACE provocó en su fase 1 (dictadura) una gran caída del salario real y en su fase 2 (los 90) un estancamiento del salario real, lo que provocó una profunda redistribución del ingreso del trabajo al capital.

Por otra parte, hubo un proceso de reducción del rol del Estado en las políticas sociales que redujo su peso en favor del sector privado, que bajó sus niveles presupuestales, y focalizó sus acciones en desmedro de la universalidad al mismo tiempo que la estructura tributaria se hizo más regresiva, con aumentos notables del impuesto al valor agregado, la creación de un impuesto a la renta personal que solo gravaba salarios y jubilaciones y la derogación de impuestos como las herencias.

Ello implicó un fuerte proceso de crecimiento global de la desigualdad en el país que, a nuestro juicio, fue la condición clave del proceso de acumulación de capital del modelo LACE.

El modelo de “crecimiento con distribución”

Los gráficos siguientes nos muestran los dos indicadores planteados en la metodología en el período 2005 a 2017.

Comencemos en esta primera parte con el análisis del período 2005 2014, es decir los dos primeros gobiernos frenteamplistas. Es claro que hubo, en un marco de crecimiento económico pos crisis, y al mismo tiempo que él, una caída muy importante de la desigualdad, en ambos indicadores, en especial desde 2008 en adelante.

Esta reducción de la desigualdad fue una combinación de los procesos de distribución primaria y distribución secundaria del ingreso. Por un lado la política salarial fue un factor relevante de este proceso. Y ello tuvo, entre otros, dos componentes centrales:

La negociación colectiva que permitió definir pautas salariales de crecimiento más allá del mercado y al mismo tiempo posibilitó un crecimiento de la sindicalización y por ende del poder negociador de los trabajadores.

La política pública de salario mínimo cuyo aumento fue relevante (como muestra el gráfico 3). Un salario mínimo que se despega influye sobre los salarios de base de todas las ramas de actividad, pues empuja al crecimiento en especial de las ramas previamente más deprimidas. Ello fue claro con el aumento del salario en rurales, servicio doméstico, comercio, seguridad, limpieza, entre otros sectores.

Además de permitir el crecimiento salarial, disminuyó la propia desigualdad salarial, medida en la reducción del índice de Gini, de los propios trabajadores asalariados.

En el caso de la distribución secundaria del ingreso, el proceso fue similar. Hubo un aumento del gasto público social que pasó entre 2005 y 2014 del 19 al 26% y, vía tributaria mejoró los ingresos disponibles de los sectores de menores ingresos.

En el primer caso, el del gasto, el eje fundamental fue la reforma del sistema de salud que impactó muy fuertemente en la distribución del ingreso y el aumento del gasto educativo, cuyo destino fue, en mayor proporción, hacia los deciles más bajos de la distribución del ingreso.

En el caso tributario, la sustitución del IRP por el IRPF fue muy distributiva porque incluyó todas las rentas y no solo a los asalariados. Importa el monto de la renta y no su origen. Mejoró el mínimo no imponible. Incluyó deducciones por hijos, mejorando la distribución hacia las familias con hijos, cambió la tasa fija de 6% por una tasa progresiva.

Los años recientes: ¿Qué ha pasado entre 2015 y 2017?

Los propios gráficos 1 y 2 nos muestran que desde 2015 (en el caso de masa salarial desde 2014) las mejoras de distribución están estancadas. Ello se explica por un lado porque las políticas fuertemente distributivas que explicamos antes, están estancadas. Como muestra el gráfico 3, el crecimiento del salario mínimo se enlentece desde 2013 (lo muestra el gráfico y la línea de tendencia que ponemos allí), la reforma de salud ha perdido dinamismo, el gasto educativo crece a ritmos muy menores, entre otros factores.

Por otro lado, el propio crecimiento, que fue la condición necesaria del proceso de distribución, se ha enlentecido y hay un cambio en las propias decisiones de vinculación entre crecimiento y distribución, en particular las pautas salariales, las orientaciones presupuestales y los aumentos de salario mínimo.

Pero, al mismo tiempo, el propio crecimiento con un gran énfasis en la producción primaria, que en una primera etapa había sido un factor de dinamismo, ha comenzado a agotarse en su capacidad distributiva. Y ello se expresa en un menor impacto del crecimiento sobre el mercado interno (eje de la distribución entre 2005 y 2014 creciendo por encima de las exportaciones) en una notoria reducción de la inversión, en especial la pública, y en un crecimiento de ramas primarias con escaso impacto en el empleo.

Esto ha provocado que mientras el crecimiento 2005 a 2014 creó 300 mil empleos, el crecimiento 2015-2017 perdió casi 50 mil.

Por todo lo anterior es necesario repensar la estrategia del modelo de crecimiento con distribución retomando la senda de los procesos de distribución primaria y secundaria ahora enlentecidos, e iniciar un profundo cambio en la matriz productiva.

Nota:

1) Ver para el modelo LACE (aperturista, liberal, concentrador y excluyente) Olesker Daniel “Crecimiento y Exclusión” Editorial Trilce Montevideo 2001.

(*) Economista, docente e investigador (UDELAR), participa del Instituto Cuesta Duarte, dirigente del Partido Socialista

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