Lula y la política brasileña – Por Elaine Tavares

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Por Elaine Tavares*

Lula está encarcelado en Curitiba. Y el caso de pago de un soborno por el que está siendo procesado aún no tuvo juicio de mérito. Fue condenado en segunda instancia y, según una multitud de abogados, no tendría que estar preso. Varios otros casos de personas juzgadas en segunda instancia fueron resueltos con habeas corpus hasta que llegara el juicio del mérito.

Lula no. Él es la cabeza de la hidra petista que necesita quedar expuesta como para poder decir: el juego acabó, no se aventuren, ya está. No habrá más conciliación de clase y ni concesión de poder a alguien mínimamente identificado con los trabajadores. Aunque no represente más propuestas de transformación radical.

En todo caso, salvo algún cambio “cósmico”, el deberá cumplir todos los años de prisión imputados. Y, posiblemente sólo después de eso, los eminentes jueces juzgarán el mérito. Tal vez decidan que no hay ninguna prueba que determine la posesión de la propiedad. Pero eso no importa. Lo que importa es que quede atrapado. Y durante mucho tiempo. Esto será ejemplar.

Y, para eso, tampoco basta la prisión. El poder judicial brasileño quiere mucho más. Necesita ver al ciudadano Lula en el suelo, aplastado.

El juez de Curitiba, en la primera instancia, había condenado a Lula a nueve años y seis meses de prisión y al pago de multa por valor de 669 mil reales. Al pasar por el TRF de la 4ª región, en segunda instancia, Lula tuvo la pena aumentada a 12 años. Y la multa también se duplicó. Pasó de los 669 mil a un millón 14 mil reales. El TRF decidió aplicar el valor máximo permitido. Y otros reos en la misma acción, como Léo Pinheiro, ex presidente de la constructora OAS y Agenor Franklin, también director de OAS, en la segunda instancia tuvieron las penas y las multas bastante disminuidas.

En el mes de agosto, después de estar recluido en la prisión, otra jueza de Curitiba, Carolina Lebbos, decidió que Lula deberá pagar una multa por reparación de daños y costos procesales en el mismo proceso del tríplex, de 31 millones de reales (unos 7,5 millones de dólares).

Siendo así, en total, el ex presidente tendrá que pagar 32 millones de reales por el proceso referente a un crimen que, hasta prueba en contrario, no cometió. Una situación jurídica que, en opinión de muchos estudiosos del Derecho, es absolutamente surrealista.

Pero, a pesar de toda esta circunstancia esdrújula, el expresidente, así como su partido, el PT, ha insistido en recurrir a ese mismo poder judicial que lo entierra. Reiteradas veces nuevas apelaciones se hacen buscando en la ley las mismas condiciones que se dan a otros acusados. Según los dirigentes del partido, la lógica es mostrar a la población que la prisión de Lula es política.

Otros políticos, como Aécio Neves -que dijo en grabación de propia voz que podría matar a quien pudiera delatarlo-, o Geddel, detenido con maletas llenas de reales de coimas, son considerados inocentes porque no hay pruebas contundentes, ¿por qué entonces Lula está encarcelado?

Si todas las pruebas contra él en el proceso del tríplex son circunstanciales, ¿qué podría llevar a una presunción de inocencia?, ¿cómo mantenerlo preso? Estos cuestionamientos se juegan a la población, que entonces, hace su juicio. Mientras todo ese escenario kafkiano va saliendo a la luz, la estrategia petista es de mantener la militancia calentada con el cotidiano saludo al expresidente en Curitiba.

Todas las mañanas y todo final de tarde, un grupo se acerca a la sede de la Policía Federal y da el buen día y la buenas noches a Lula. Esa rutina ha dejado al PT presente en los medios y en las redes sociales, mantenido el nombre de Lula en el imaginario popular y fortalecido el nombre del indicado de Lula para la disputa de las elecciones presidenciales.

Tanto es así que la decisión de Lula de no más disputar la presidencia por su nombre solo ocurió ahora, a poco más de 20 días de las elecciones. Hasta entonces, la táctica era la de mantener el nombre de Lula en la cabeza de la gente, para movilizar aún más la militancia. Cuando todos los recursos estuviesen agotados, siempre apuntando para la parcialidad del poder judicial, el nombre de Fernando Haddad ya estaría muy bien colocadojunto al de Lula. Ese era el plan.

Ahora, a partir de esa semana, el partido va a conocer el resultado de la estrategia montada. La expectativa es que Lula consiga, con la fuerza de su personalidad carismática, transferir los votos a Haddad. Pero la coyuntura, con el ataque al candidato del ultraliberalismo, Jair Bolsonaro, puede alterar el camino petista. Con el atentado, Bolsonaro creció.

Los partidarios del candidato de la ultraderecha hacen barbaridades en las redes sociales, divulgando noticias falsas, ligando el atentado al PT o a la izquierda. Un senador, Magno Malta, ligado a la iglesia evangélica, divulgó en su perfil de facebook una foto adulterada, con la cara del agresor del Bolsonaro en un mitin de Lula. La manipulación de la foto es grosera, pero aún así el senador la diseminó por la red, dando al PT la autoría del ataque. Otro pastor, de fama nacional, divulgó en su Twiter que la expresidenta Dilma había mandado matar a Bolsonaro. Y no pasa nada, nada sucedió con ellos.

La subida de Bolsonaro sacudió las aguas de la elección. En las encuestas él está en primer lugar y la propuesta del voto pragmático ya aparece con fuerza. Los brasileños hacen cálculos para ver quién podría tener más posibilidades de vencer al candidato reaccionario. Con eso, crecen los electores de Ciro Gomes, que no forma parte de la tradición “petucana” (PT/PSDB). Sería una tercera vía.

Pesa en contra de él el hecho de que su vice está vinculada al agronegocio de manera visceral, habiendo ya recibido de los indígenas brasileños el título de reina de la motosierra, en alusión a la deforestación provocada por el latifundio. Guilherme Boulos, el elegido por el PSOL para ser una fuerza de izquierda, no ha arrebatado la gente, quedándose mucho más tiempo en el apoyo a la estrategia petista que en su propia campaña.

Y el PSTU, además de tener una propuesta de gobierno bastante radical, es evaluado en la izquierda también por su práctica cotidiana y por posiciones tomadas con relación a Venezuela e Siria, que fueran totalmente equivocadas. Por afuera corre el derechista Geraldo Alkmin, candidato del PSBD, sin carisma, inexpresivo, pero que puede recibir el apoyo de la clase dominante, si la situación con Bolsonaro se complicara y perdiera el primer lugar.

Así que los rumbos de la elección todavía están inciertos. En esos 20 días que faltan para los pleitos mucha agua va a rodar. La política brasileña es una montaña rusa, resta saber si está desgobernada o si se va a mantener en los carriles, aunque con sustos controlados.

(*) Periodista del colectivo editorial de la Revista Brasileña de Estudios Latinoamericanos e integrante del Instituto de Estudios Latinoamericanos (IELA) de la Universidad Federal de Santa Catarina

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