La construcción de una represa seca el río Cauca, el segundo más importante del país

Por muerte de 35.000 peces en el río Cauca, entes de control se tomarán Hidroituango

Hidroituango se llenó de organismos de control. La Procuraduría y la Contraloría enviaron delegaciones y técnicos para vigilar minuto a minuto las decisiones y medidas de EPM. Además, desde la obra, el ministro de ambiente Ricardo Lozano calificó lo que está pasando en el río Cauca como la emergencia ambiental más grave que ha vivido Colombia.

“A demás de sobrevolar la zona, pudimos bajarnos en Caucasia y comprobar lo que está pasando en el territorio. Los niveles bajaron 1,5 metros desde Puerto Valdivia, la reducción está ya llegando a Nechí y eso es un hecho que nunca había pasado en el río”, dijo el ministro.

Por su parte el director de la Anla (Agencia Nacional de Licencias Ambientales), Rodrigo Suárez, hizo nuevos requerimientos de carácter inmediato a EPM, con el fin de establecer si se aplicaría o no sanciones a la empresa, quien tendrá que presentar sus argumentos el próximo lunes en una audiencia de seguimiento y control.

“Nosotros le hemos pedido a EPM es que nos entregue información de manera tal que nos permita identificar si hubo o no modificación en la prestación de servicios ambientales. Como resultado de eso estableceremos cuáles serán las sanciones”, dijo el director de la ANLA.

En cifras, en la mañana de este jueves el embalse está en 397 metros sobre el nivel del mar, es decir, faltan poco más de 3 metros. Mientras eso sucede, EPM reportó 137 mil peces rescatados por 800 personas contratadas para mitigar la situación ambiental. Pese a esta medida, han muerto 35.000 especies.

En medio de la preocupación entre los habitantes de la zona de influencia de Hidroituango por los bajos niveles del río Cauca, ambientalistas realizaron una protesta simbólica con un féretro que representa la muerte del importante afluente.

Blu Radio


Antes y después: el río Cauca y su duro cambio por Hidroituango

La situación del río Cauca aguas abajo de la construcción de Hidroituango es, para los habitantes de varias zonas aledañas a la ribera del afluente, desoladora e incluso para llorar.

Comunidades de Puerto Valdivia y otras del norte de Antioquia cuentan que por generaciones han dependido de este río, el segundo más importante del país, pero hoy ven cómo está sufriendo por la sequía, producto del cierre de las compuertas de casa de máquinas en esa construcción, la cual está en emergencia desde marzo del 2018.

Los pescadores lamentan que el agua se esté secando a niveles nunca antes vistos en la historia de Puerto Valdivia, el poblado más cercano del proyecto.

De acuerdo con el Ideam, el nivel del río Cauca en Puerto Valvidia para el 4 de febrero, un día antes del cierre de la compuerta, era de 1.96 metros, pero este 6 de febrero alcanzaba apenas 42 centímetros.

Por las riberas del río Cauca en este sector son cientos los peces que se ven perecer por falta del liquido y quedan en una de las piedras de las orillas.

Aunque EPM anunció que el río volvería a sus niveles normales tres días después del cierre de la compuerta, Modesto Portilla Gamboa, profesor de geociencias de la Universidad Nacional y especialista en evaluación de riesgos y prevención de desastres, manifestó que esa aseveración no es cierta.

“El nivel freático de las vegas descenderá fluyendo hacia el cauce del río; y cuando empiece a fluir nuevamente agua por él, este arrastrará el lodazal que dejó al secarse y luego, a medida que ascienda de nuevo el nivel del río, esto generará el humedecimiento del terreno y el ascenso poco a poco del nivel freático en las vegas, cuestión que llevará semanas en recuperarse si todo va bien”, aseguró el experto.

Por su parte, el Movimiento Ríos Vivos Antioquia, criticó la decisión tomada por EPM de cerrar las compuertas de casa de máquinas de Hidroituango, la cual ocurrió luego de que tras análisis se determinará que es incierta la resistencia de la estructura, pues debido a la presión podría fallar mientras más suba el embalse.

Para Ríos Vivos, se trata de “un crimen ambiental y social” por parte de EPM contra el río Cauca.

“El río no volverá a ser el mismo y nosotros tampoco porque le arrebataron su vida y la fuerza”, señaló el movimiento.

Desde la decisión del cierre, el Ministerio de Ambiente le había ordenado a Hidroituango adoptar las medidas idóneas requeridas para prevenir, restaurar y superar los efectos e impactos ambientales y sociales que las maniobras anunciadas dejen sobre la cuenca aguas abajo del proyecto.

En tanto, Róbinson Arturo Miranda, director social y ambiental de Hidroituango, explicó que gracias a las aguas que llegan de Salvajina (en el Valle del Cauca), el embalse se llenará en tres días y no en ocho.

Añadió que gracias a las descargas en Porce II y Porce III desde la tarde de este miércoles mejoraría la situación.

El Tiempo


Cauca, el poderoso río que el hombre secó

*Por Daniel Rivera Marín / Fotografías de Esteban Valencia

El río Cauca, portentoso, que desde lejos parecía tener la fuerza suficiente para revolcar el mundo, ya no está. Desapareció el color de siempre: pantanoso, café, oscuro. Ahora es un agua clara, verdosa y mansa, una quebrada. Algunos peces luchan por sobrevivir en las piedras y los pescadores, manicruzados, ven ese río extraño que ahora les envían desde Hidroituango como si fuera un animal muerto.

Es raro —dicen los hombres entre las piedras y los remolinos de tierra desde donde exuda un aroma a pescado que calcina el aire— pero sabían que esto iba a suceder. Dicen que sabían que la idea de controlar el río Cauca se le iba a salir de las manos a EPM y que se convertiría en una tragedia. Y que si existe una tragedia muy grande es la de perder un río. Un río que es una cosa viva, enorme, poderosa, dicen. Lo conocen, y asi mismo le temen. Una casa se cae, una puente se viene abajo, un carro se hace pedazos, ¿pero cómo detienen un río, como lo desaparecen de su lecho?.

Nueve meses atrás el Cauca se abrió paso por un túnel colapsado en las obras de Hidroituango y bajó con tal fuerza que se llevó un puente peatonal en Puerto Valdivia. Arrastró casas, escuelas, pangas, marranos, reses, gallinas. Hubo temor pero nadie se atrevió a dejar su casa, su sitio, porque al río se le teme, pero se le quiere, se le necesita. Cuatro días después, el Cauca se abrió pasó por una de las galerías de la casa de máquinas y en el estallido por la presión hídrica, un obrero estuvo a punto de perder la vida, entonces las autoridades ordenaron que lo mejor era desalojar el caserío porque en cualquier momento la represa podía romperse y detrás de esa grieta abrirse una avalancha nunca antes vista. Se habló de una ola de 25 metros, de una inundación que anegaría pueblos muy distantes.

Entonces Puerto Valdivia, en cuestión de horas, se convirtió en un desierto. Todos huyeron y dijeron que ya habían advertido que algo así podría suceder, que el Cauca no se podía controlar tan fácil, como si fuera un riachuelo. Pero las familias, acostumbradas a tomar del agua lo necesario: los peces, la arena, el oro, regresaron porque la tragedia nunca sucedió. Siempre estuvo la zozobra de lo que podía pasar aguas arriba en esa mole de cemento que es la represa más grande del país. Siempre les dijeron que estuvieran tranquilos, que ya todo estaba bajo control, dice un pescador en las piedras que antes estaban bajo agua mientras unos niños juegan en la mitad del río como si estuvieran en un charco inofensivo.

Ahora el problema es otro: después de que el río Cauca pasara durante meses por la casa de máquinas, en la estructura se abrió una grieta, lo que obligó a EPM a cerrar una de las dos compuertas de captación; el agua siguió pasando y los expertos encontraron que había una caverna entre los dos túneles de la casa de máquinas, lo que producía una gran burbuja de aire, esto obligó a la empresa a cerrar por completo la casa de máquinas, pues la presión del embalse podría reventarla, ocasionando un paso de agua incontrolable y entonces una subienda del río Cauca sin precedentes. En resumen, una tragedia.

Cerraron las compuertas y el río Cauca se quedó represado, subiendo el embalse —se espera que el viernes llegue a la cota 405, su colmo, y se vierta de manera controlada—, y aguas abajo el caudal se disminuyó como si todo se tratara de un verano atroz. El Cauca desapareció y apenas quedaron las quebradas que lo alimentan después del muro de presa, por eso el agua verdosa, por eso la poca profundidad, por eso la corriente mansa. Para comprobar que el río es otro, que su fondo está a unos cuantos centímetros de la superficie, no basta con ver fotos, no es suficiente verlo desde la carretera, hay que bajar hasta el lecho, oler el aire calcino, ver las piedras, el pantano fresco, los pececillos boqueando en la ribera.Hay algo de místico —de atroz— en eso, en ver un río ausente. Es como si de repente, por el brochazo de un hombre, desapareciera uno de los elementos. Como si a los bogotanos les dijera que ya no está más Monserrate; o que a los medellinenses salieran a la calle y se enteraran de que el cerro Nutibara no está más y en su lugar hay un montículo de arena; es un ataque directo a la identidad de las personas y de los lugares.

Todo ha sido una cadena de errores: un túnel que colapsó, bajando el nivel del agua en marzo del año pasado; un destaponamiento repentino, una creciente, un nuevo sellamiento; la apertura de casa de máquinas sin que la obra estuviera totalmente terminada, corriendo el riesgo de que el macizo rocoso cediera; un daño en la infraestructura de la misma casa que obliga a cerrar el paso del río. Una serie de eventos desafortunados que —dicen los campesinos, dicen las comunidades aguas abajo que no fueron tenidas en cuenta en el Estudio de Impacto Ambiental como área de influencia directa, dicen algunos concejales de Medellín— no son sólo el resultado de una azar perverso. EPM, mientras tanto, mientras todo ocurre, espera que una firma chilena diga qué sucedió: qué falló.

Cecilia Muriel, una mujer nacida en Puerto Valdivia, pescadora, barequera, dice que todos siempre supieron que algo malo iba a suceder, que de repente el río se iba a salir de su madre. Suena a misticismo, suena a que tiene la razón. Lo mismo dice Jesús Albeiro Cárdenas, que pescaba bocachico y ahora se rasca la nuca como uno de tantos desocupados.

Río abajo, hasta Caucasia, solo hay una imagen: grandes islotes que se abren mostrando sus piedras blancas y pulidas, niñitos pasando el río como si jugaran en un charco en el patio de la casa, hombres tratando de pescar desde la orilla usando el puro ojo, barcazas cruzando casi empujadas. El río se recupera un poco después de doce quebradas que alimentan el caudal. En la carretera, carrotanques reparten agua y carros perifonean los mensajes que EPM le envía a la comunidad: hay profesionales salvando peces.

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