México: Maíz nativo resiste al embate de modelos agrícolas estandarizados – Por Noticias Aliadas

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Procesos tradicionales de domesticación, diversificación e intercambio de semillas desarrollados por los pueblos indígenas aseguran variedades genéticas más resistentes.

México, cuna del maíz, tiene registradas 64 razas de este grano domesticado durante milenios por los pueblos indígenas del centro del país. La selección permanente de las semillas más adecuadas por las comunidades campesinas ha logrado que el maíz desarrolle resistencia a plagas, sequías y regule los nutrientes del suelo para sobrevivir.

Sin embargo, modelos agrícolas estandarizados, que utilizan semillas híbridas patentadas o genéticamente modificadas, están afectando la diversidad genética del maíz al reducir las reservas de semillas nativas adaptadas a determinados climas, tierras y ambientes.

A lo anterior se suma el cambio climático que está provocando la aparición de insectos, como el gorgojo, bacterias y plagas que atacan el maíz en ecosistemas donde no existían.

Según Bram Govaerts, director de Innovación Estratégica del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), en declaraciones recogidas por la prensa, si bien estas enfermedades existían en el sureste mexicano, desde hace algunos años se viene registrando su presencia en el norte, en estados como Sonora y Sinaloa, los principales productores de maíz.

Aunque el 90% del maíz que se consume en las tortillas en México es de origen transgénico, más de 4 millones de hectáreas son sembradas anualmente con semillas nativas o criollas.

Flavio Aragón Cuevas, investigador titular del Campo Experimental Valles Centrales del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) en Oaxaca y responsable del Banco de Germoplasma de Especies Nativas del estado, precisó al informativo digital Sin Embargo, que “la biodiversidad es el camino para hacer frente a los efectos de las variaciones de temperaturas”.

“A través de la selección de semillas que han realizado los grupos indígenas durante siglos, se ha logrado mejorar la calidad de los maíces nativos”, señaló. “En las cuevas de Guilá Naquitz, ubicadas en Oaxaca, fueron encontrados los restos más antiguos de semillas de teocintle —antecesor del maíz—, con unos 6,500 años de antigüedad”.

“Con el apoyo del instituto y los campesinos, se ha logrado el ‘mejoramiento participativo’, consistente en el involucramiento de los productores para mejorar el maíz, a partir de la selección de la semilla criolla”, agregó.

Para Aragón Cuevas, el maíz nativo puede ser un aporte para enfrentar el déficit alimentario del país. Solo en Oaxaca existen 35 de las 64 razas de maíz registradas.

“En el Banco de Germoplasma de Especies Nativas de Oaxaca (BEGENO) se tienen bajo resguardo en una cámara fría, alrededor de 2,000 tipos de semillas de maíz, frijol, calabaza, chile y algodón, entre otras especies” explicó Aragón Cuevas. “Además de contar en Oaxaca con 11 bancos comunitarios de semillas que funcionan mediante la participación activa de los mismos productores que los alimentan con sus propias semillas y, en caso de requerirlas, piden prestadas para llevar a cabo su siembra”.

Sin necesidad de utilizar tecnología transgénica, indicó Aragón Cuevas, “en Oaxaca se han logrado obtener variedades nativas mejoradas con buenos rendimientos en las condiciones de los productores. Se han mejorado las razas de maíz Conejo, Olotillo, Tuxpeño, Tepecintle, Zapalote Chico, Bolita, Comiteco y Olotón”.

La importancia de las milpas

Desde el 2007 existe en México una ley de semillas —en cuya redacción participaron representantes de las más poderosas transnacionales de los negocios agrícolas— que promueve la investigación y el apoyo hacia fines comerciales, da lineamientos políticos hacia la “competitividad” totalmente ajenos a la lógica campesina y ordena integrar un “catálogo nacional de variedades vegetales” con alto grado de sofisticación técnica, según explica el portal BiodiversidadLA.

“Para tener semillas, dice su artículo 34, hay que ser productor registrado o comprador. Se prohíbe el intercambio y el regalo. A los miles de intercambios libres de semillas autóctonas los somete, según el capítulo ‘De la inspección y vigilancia’ de su reglamento, decretando que todos los que se relacionen con la ‘producción, reproducción, almacenamiento, comercio y beneficio de semillas’ deben permitir la inspección de sus actividades, y entregar a pedido información específica”, manifiesta.

No obstante, la persistencia de la vida campesina no termina por decreto. “En México se siembran y cosechan 23 millones de toneladas de maíz. Más de 60% de ese maíz (casi 14 toneladas) proviene del sur campesino, donde prácticamente toda la tierra es propiedad colectiva y las semillas son propias. De ese total de maíz campesino, más de 7 millones de toneladas se destinan al consumo de las comunidades, sin pasar por el mercado”, sostiene.

Ese maíz se cultiva en la milpa, el sistema agrícola tradicional mesoamericano, junto con frijoles, tomates, calabazas, chiles, chayotes, amarantos, yerbas curativas, agaves, nopales, cítricos, café, cacao, frutales, tubérculos, apiáceas, rábanos y cebollas, entre otros alimentos.

“La gran diversidad de razas o variantes nativas de las especies cultivadas que habitan en las milpas son gracias a los agricultores, quienes continúan el proceso de domesticación y diversificación al mantener año con año las semillas de las especies cultivadas, experimentar con nuevos cultivos y variantes, así como la selección de tipos específicos de su interés, por su adaptabilidad y usos distintos. Además, los agricultores continúan el intercambio libre de frutos y semillas en su entorno inmediato y hacia fuera de sus comunidades con ferias o intercambios locales y regionales”, puntualiza Biodiversidad.

La pequeña producción asegura variedades genéticas más resistentes. Al seleccionar las mejores semillas, las comunidades indígenas y campesinas son capaces de sembrar en lugares áridos o pedregosos, donde no crecería maíz híbrido.

La soberanía alimentaria depende de proteger la agricultura indígena y campesina, sus saberes y tradiciones, ante un sistema que está poniendo al planeta en el límite de su existencia.


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