Análisis del desastre de Brumadinho – Por Lucila Melendi

Desastre de Brumadinho

Por Lucila Melendi (CEUR – CONICET)

Los bomberos pescaban cuerpos desde helicópteros. Salían desnudos, pendidos de arneses, como bañados en chocolate. El 25 de enero pasé la tarde frente al televisor, viendo una y otra vez las imágenes del desastre de Brumadinho en Minas Gerais, Brasil. Quedé paralizada ante el colapso de un nuevo dique minero de la compañía Vale. Hace tres años había pasado lo mismo en la ciudad histórica de Mariana. Aquella vez, los registros del torrente de fango arrastrándose durante semanas a lo largo del rio Doce me habían conmovido tanto que seguí el caso hasta ahora. En 2018 acompañé el trabajo del Grupo de Estudios en Temáticas Ambientales de la Universidad Federal de Minas Gerais (GESTA/ UFMG). Parece un deja vú. Pero no es el pasado que se repite: es el futuro que llegó.

Los diques de Minas Gerais son bombas de tiempo. Y están explotando.

En 2015, el rompimiento del dique Fundão, propiedad de la empresa Samarco –joint venture de Vale y BHP Billiton- dio inicio a un desastre que aún continua. El saldo fueron 19 muertos y una tragedia ambiental de efectos inconmensurables. Cincuenta millones de metros cúbicos de deshechos de la extracción de hierro se liberaron tumultuosamente sobre el rio Gualaxo do Norte y destruyeron los pueblos de Bento Rodrigues, Paracatú y Barra Longa; después, siguieron el curso del rio Doce hasta llegar al océano Atlántico, más de 600 km al este; acabaron con el ecosistema y afectaron la reproducción de todas las comunidades adyacentes en más de cuarenta distritos de Minas Gerais y Espírito Santo.

El dique de Brumadinho albergaba un millón de metros cúbicos de deshechos. Pero el potencial de daño no se asocia sólo al tamaño de la escombrera, sino también a su ubicación. Estaba por sobre el nivel de las instalaciones de la empresa: la ola de lama cayó sobre el comedor a la hora del almuerzo. De acuerdo con los datos de Defensa Civil, en Brumadinho murieron al menos 232 hpersonas. Otras 40 todavía permanecen desaparecidas -enterradas, arrastradas, desmembradas- en la cuenca del rio Paraopeba. La mayoría estaba trabajando.

No tengo palabras para describir mi sufrimiento, mi enorme tristeza con lo que acaba de ocurrir. Va más allá de cualquier cosa que podría haber imaginado – dijo el Director Presidente de Vale S.A., Fábio Schvartsman -La Vale entera va a hacer lo que sea posible, y lo imposible, para ayudar a las personas que fueron afectadas. No mediremos esfuerzos para enfrentar esta cuestión del modo en que tiene que ser enfrentada.

Disculpe, Sr. Schvartsman. Me permito dudar.

Brasil es el principal exportador de hierro del mundo. Junto con Australia abastecen dos tercios de la demanda global. Durante los últimos veinte años la producción aumentó al ritmo del crecimiento chino. Vale llegó a construir los barcos más grandes del mundo para llevarles de a 400 mil toneladas por vez. La extracción es bíblica: como ya no abundan los yacimientos de alta ley, se volvió rentable mover la montaña y pasarla por un colador. Lo que sobra -un menjunje de roca molida, agua, tierra y arcillas- se amontona ad eternum entre los pliegues del terreno, sostenido por un terraplén que hace las veces de dique. De acuerdo con la Fundación Estadual de Medio Ambiente, en Minas Gerais hay más de 688 barragens de deshechos. A diferencia de las represas hidroeléctricas, que se construyen con cemento de una vez y para siempre, previendo el comportamiento isométrico de una sustancia como el agua, los diques mineros se levantan con tierra y se van alteando a medida que crecen las necesidades de almacenamiento; como es imposible tener certezas sobre el comportamiento de los deshechos, los ingenieros apuestan a drenar el agua a través de columnas de arena, hasta que el material se compacte. El desafío es que las columnas se mantengan conectadas entre sí a medida que van agregando capas, de modo de conducir el agua hacia el subsuelo. Si el caminito se corta, todo se convierte en una gelatina que más temprano que tarde acaba por abrirse paso.

En el caso de Fundão, se comprobó la liquidificación de los deshechos. La causa inmediata puede discutirse, pero la investigación del Ministerio Público Federal (MPF) dejó claro que no fue un accidente. Samarco no respetó el proyecto original, usó materiales de menor calidad que los previstos y alteró el sistema de drenaje interno, de modo que el dique fue aumentando su altura sobre un suelo que no aguantaba presión. En noviembre de 2016 el MPF denunció a Samarco Mineração SA, Vale SA, BHP Billiton Brasil Ltda. y la consultora VOGBR junto a veintidós de sus directivos por homicidio calificado con dolo eventual, lesión corporal, inundación, desmoronamiento y crímenes ambientales. La causa aún está en fase de instrucción y los procesados esperan en libertad.  En noviembre, al cumplirse tres años de la tragedia, recién se estaban por comenzar a oír los testimonios de la defensa. Eran cuatrocientos noventa y cuatro.

En 2015 había sólo dos empleados estatales encargados de fiscalizar la seguridad de todas las escombreras de Minas Gerais. El sistema supone que las empresas se controlen a sí mismas contratando consultoras ‘independientes’ que garanticen la estabilidad de sus diques. ¿Qué podía salir mal?

Brumadinho fue igual pero diferente

En Brasil, las grandes obras de infraestructura deben atravesar un proceso de licenciamiento ambiental. En Minas Gerais, comienza con la contratación de una consultora para realizar un Estudio de Impacto Ambiental (EIA/ RIMA) y luego se somete a discusión en el ámbito del Consejo de Política Ambiental (COPAM). Dependiendo del tipo de proyecto que sea (su tamaño, potencial contaminante y ubicación) debe solicitar una Licencia Previa y, recién después, Licencia de Instalación y Licencia de Operación, o bien las tres fases en un único paso. Lejos de perfeccionarse, luego del rompimiento del dique Fundão el proceso de licenciamiento se flexibilizó aún más. Se facilitó el camino para proyectos ‘prioritarios’ o de ‘menor porte’, atributos que se definen con la mayor discrecionalidad.

El 11 de diciembre de 2018 Vale obtuvo la licencia para ampliar la producción de las minas Jangada y Córrego do Feijao, en Brumadinho. Las denuncias sobre irregularidades en el proceso habían llegado hasta el Secretario de Medio Ambiente, que las desestimó por considerar que se trataban de cuestiones “procedimentales, irrisorias”. El proyecto aspiraba a vaciar el dique B1 para extraer hierro de los deshechos ahí depositados y fue aprobado con un único voto en contra. A pesar de haber presentado el estudio de garantía de estabilidad en octubre pasado, el rompimiento no deja dudas sobre la liquidificación de los deshechos. El inicio de las obras para vaciar la escombrera podría haber sido el disparador. El dique B1 de Brumadinho se rompió un mes después de que autorizaran el comienzo de las excavaciones.

El profesor Klemens Laschefski pasó horas explicando el caso al periodista de The New York Times. Para él los órganos de licenciamiento se comportan como conductores borrachos, arriesgan a la suerte. “Aprueban licencias con muchos condicionantes (correcciones a ser hechas a lo largo de la ejecución del proyecto) pero no hay fiscalización ni exigencia de cumplimiento antes de pasar a la siguiente etapa. Los órganos apuestan a las promesas de las empresas, que no tienen ningún compromiso formal de cumplimiento”. Denuncia la existencia de un sistema institucionalizado de tráfico de influencias. En esa dirección, hace poco se conocieron los audios de una reunión en la que directivos de Vale dictaron a los funcionarios estatales los últimos cambios a las normas sobre licenciamiento ambiental.

Como no hay legislación especial que regule la reparación de desastres, en ambos casos se activó el andamiaje institucional de los conflictos ambientales: la resolución negociada que promueve el Banco Mundial. Las víctimas se llaman atingidos -porque no vaya a ser cosa que las llamemos como lo que son.

En marzo de 2016, después de haber sugerido que el rompimiento del dique Fundão podía haber sido causado por un terremoto, la entonces presidenta Dilma Rousseff firmó un acuerdo con Samarco, Vale y BHP Billiton en el que se comprometían a reparar los daños a través de una fundación creada al efecto. Ese ‘Acordão’ fue anulado por la Justicia, pero entonces la Fundación Renova ya era un hecho consumado y pasó a negociar distrito a distrito con los atingidos. Son ‘independientes’ pero en cada reunión sus empleados se sientan al lado de los abogados corporativos que llegan de Rio de Janeiro o San Pablo. Si la discusión se pone picante, les ceden la palabra.

Recién en junio de 2018 la 12ª Vara de la Justicia Federal de Minas Gerais homologó el ‘TAC Governança’, nuevo acuerdo que pasó a regir el proceso de negociación. Sea que se ajusten a él o que reclamen a través de acciones civiles públicas, como en el caso de la comarca de Mariana (que negocia en un ámbito diferente al de todo el resto de la cuenca del rio Doce) la estrategia de las empresas es siempre la misma: demorar y demorar. Cuando el Director Presidente de Vale dice que no medirá esfuerzos quizá se refiera a eso: va a contratar a los empleados que sean necesarios, durante el tiempo que sea necesario, para discutirle a las víctimas su condición de atingidos, para discutirles los daños que merecen ser indemnizados, para discutirles los montos y tiempos de pago y qué tanto producían sus árboles de mango o de jabuticaba y cuánto vale un familiar muerto dependiendo si era hermano entero o sólo por la mitad. Al fin y al cabo, lo importante es que la reparacion se construya de forma conjunta, con la participación de los atingidos. Lo que nunca dicen es que sus empleados trabajan de ir a las asambleas. Los atingidos son obligados a reconocerse como tales y trabajar de ello, sin derecho a compensación.

Guilherme de Sá Meneghim, promotor de justicia del Ministerio Público de Minas Gerais, dispuso la primera cautelar de bloqueo de bienes de Samarco y consiguió 300 millones de reales para pagar la asistencia emergencial a las víctimas del rompimiento de Fundão, en noviembre de 2015. Aquellas sobre las que no había dudas: porque habían perdido la casa, porque habían salvado sus vidas corriendo morro arriba. Los otros, los pescadores del rio Doce que ya no tienen de qué vivir, o los habitantes de Regencia, en Espírito Santo, que vivían de la temporada de surf que ya no existe, todavía no son reconocidos como atingidos. Consultado por el caso de Brumadinho, el Dr. Guilherme dijo que el embargo de bienes es la única estrategia efectiva cuando se trata de grandes desastres.

Va más allá de la coyuntura. Como los atingidos advierten recurrentemente, con el dinero que Samarco, Vale y BHP Billiton gastan en la negociación ya podrían haber pagado las indemnizaciones. Lo que no quieren es sentar precedentes: porque saben que volverá a pasar. Vale había calculado el costo de las muertes en Brumadinho. En 2015 mató al rio que le dio nombre, allá por 1942 cuando Vargas la creó como gran empresa estatal que arrancaría de las entrañas de la tierra aquello que el Brasil precisaba para producir heladeras, autos y todo lo que necesita una civilización que se precie de tal. Ahora mató a sus trabajadores: desde los jefes a los tercerizados. Los que sobrevivieron, en Brumadinho y el resto del país, todavía no lo pueden creer. Se dividen entre los que apuestan al ‘accidente’ y los que están permitiéndose pensar que tal vez, en una de esas, a Vale no le importen ni los jefes. Nada: más que el lucro de sus accionistas.

Hay correlación entre el comportamiento del precio del hierro y los rompimientos de diques de deshechos. Todo parece indicar que cuando aumenta el precio internacional, las obras se apuran rebajando los niveles de calidad; cuando el precio baja, aumenta la producción para intentar sostener el nivel de ganancia. Eso multiplica el ritmo de almacenamiento de deshechos en estructuras que no cumplen estándares mínimos de seguridad. El resto es cuestión de tiempo. Los últimos veinte años dejaron su huella en el suelo de Minas: la tierra del queijo y las grandes haciendas abastecedoras de alimento está plagada de cráteres llenos de vaya-uno-a-saber-qué. No hace falta alejarse demasiado: se ven desde el colectivo.

Cuando una empresa para, toda la comunidad sufre la recesión. Los desplazados por el desastre de Fundão son tratados como culpables por sus vecinos de la ciudad de Mariana. En la reunión de la Comisión Externa de la Cámara de Diputados para tratar el desastre de Brumadinho, Carolina de Moura, del Movimiento Águas y Serras de Casa Branca, pidió a los legisladores que atiendan al problema de fondo:

– Nuestro territorio está saturado. No es que no tengamos alternativas económicas. No tenemos espacio para consolidarlas. Si entrara un terrorista, tirara una bomba y nos matara a todos ¿tendría derecho a sentarse en una mesa y negociar alguna cosa? No queremos sirenas, planes de emergencia y rutas de fuga. No queremos más este modelo minero porque estamos caminando hacia un suicidio colectivo.

Fábio Schvartsman fue el único que permaneció sentado cuando la Comisión pidió un minuto de silencio para las víctimas. Se ahorró el esfuerzo.

Revista Bordes


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