Las empresas privadas, claves en la estrategia de China para América Latina – Por Gonzalo Fiore Viani, especial para NODAL

Las empresas privadas, claves en la estrategia de China para América Latina

Por Gonzalo Fiore Viani (especial para NODAL)*

En los últimos años, especialmente durante la década pasada, China ha comenzado a tener un importante rol en América Latina. Se ha convertido en el principal socio comercial de un gigante como Brasil. En octubre del año pasado, incluso, estableció relaciones diplomáticas con Panamá, República Dominicana y El Salvador. Mientras que Taiwán todavía lo hace con otros países de la región como Guatemala, Honduras, Belice y Nicaragua. Debido a su política de “una sola China”, las autoridades de Pekín exigen, para establecer relaciones diplomáticas con China, que la otra parte deba romper primero, si los tiene, vínculos con Taiwán.  Actualmente, en Sudamérica, China mantiene relaciones con todos los países de la región exceptuando Paraguay, que aún reconoce a Taiwán. En medio de la guerra comercial sostenida con los Estados Unidos, especialmente durante la administración de Donald Trump, China se ha convertido en un gran defensor en los foros internacionales de los tratados de libre comercio y de la eliminación de trabas arancelarias. El rol que llevan adelante sus empresas en el mundo y en la región, es extremadamente importante en esta cuestión.

Mucho se habla acerca de la política económica china respecto de América Latina y de su pugna con los Estados Unidos para hacerse con el control de la región. No obstante, se analiza en mucha menor medida qué papel tienen en esto las empresas del gigante asiático que han desembarcado durante los últimos años en el continente. Si bien la inversión extranjera directa de los Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo las más altas en la región con el 25% y el 40%, mientras que la de China todavía se mantiene alrededor del 7%, el crecimiento que ésta ha experimentado desde 2008 ha sido vertiginoso. Aunque muchas empresas son estatales, la mayoría de ellas tienen distintos grados de independencia. Bajo la presidencia de Xi Xinping se han llevado adelante reformas al respecto. El gobierno consiguió evitar aproximadamente 2.140 millones de dólares en gastos estatales, transfiriéndolos a los privados. La mayoría de las ex empresas del Estado actualmente son corporaciones o sociedades anónimas. Este sistema de reformas ha permitido que aproximadamente 60 firmas otrora estatales y más de 2500 subsidiarias hayan pasado a manos privadas.

Muchas de las compañías que existen en América Latina se dedican a la extracción de recursos naturales, especialmente la minería y el petróleo. Al mismo tiempo que, otras, como el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC), son parte del sector bancario, mientras que el rubro automotor ha crecido especialmente en los últimos años. Tan solo en Argentina hay más de una docena de sucursales de firmas automotrices chinas, entre ellas JAC, Baic, Foton, Geely, Lifan, Shineray, Great Wall, Haval, DFSK, Geely, JMC, DFM o Changan Auto Company. Si bien todas estas marcas juntas no alcanzan mucho más que el 1% del mercado argentino local, esperan su consolidación y crecimiento en los próximos años. Changan es una de las quince automotrices más grandes del mundo y la mayor en China. Great Wall y Haval son parte de la corporación Great Wall Motors Company, la cual cuenta con más de 60.000 trabajadores y sucursales en más de 30 países. JMC y DFM se dedica especialmente a la construcción de camiones y SUV. La mayoría de las marcas chinas comercializan vehículos de nueva energía, extremadamente populares en el país.

A nivel internacional China ha desplazado a competidores como Alemania, Estados Unidos, Japón o Francia, y se ha convertido en el mayor productor de automóviles del mundo, produciendo cerca de 30 millones de unidades por año. A su vez, empresas automotrices como Shaneray, Shacman, Foton, Bramax, Lovol, Sinotruk o Shaanxi Automible Group también cuentan con sucursales en Brasil. Sinotruk, Bramax y Shaanxi se dedican especialmente a la construcción de camiones, tractores y vehículos pesados. Si se suma toda la inversión acumulada de esas empresas en el país carioca, ascienden, según CEPAL, aproximadamente a unos 3.000 millones de dólares. La petrolera CNPC también tiene una gran inversión en Brasil cuyo saldo acumulado aproximado supera los mil quinientos millones de dólares. A su vez, BBC Group, destinado a los agro-negocios, participa en el gigante sudamericano con una inversión acumulada aproximada de más de trescientos millones de dólares.

La mega firma bancaria ICBC cuenta con gran participación en la región. Fundada en 1984 a partir del Banco Popular de China, comenzó a cotizar en las bolsas de Hong Kong y Shanghái a partir de 2006, convirtiéndose así en una empresa pública. Los trescientos millones de yuanes con los que la institución contaba en el momento de su creación, pasaron a ser más de veintiséis billones para finales de 2017. Representa simplemente otro ejemplo del vertiginoso crecimiento que tuvieron las empresas chinas en las últimas décadas, especialmente tras las reformas por las cuales pasaron a manos privadas. El ICBC tiene sucursales en México, Perú, Argentina y Brasil. Es con México con quienes tienen mayor actividad donde sólo en 2016, según datos oficiales chinos, el país latinoamericano exportó a los asiáticos bienes por una suma de 6 mil 713 millones de dólares, mientras que importó 74 mil millones de dólares. A su vez, la inversión del ICBC acumulada en Brasil según CEPAL es superior a los 300 millones. Su sucursal en Perú, aseguró un aumento de capital por 50 millones de dólares sumado al ya existente. En Argentina, sumado a sus filiales en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, la entidad bancaria abrió una “sucursal inteligente” o “espacio digital full time”, ubicado también en Buenos Aires, donde todos los trámites pueden hacerse sin la necesidad de personal.

CNCP, la Corporación Nacional de Petróleo de China, es la empresa del país que más tiempo lleva operando en América Latina. Es, a su vez, la firma matriz de PetroChina, una de las mayores a nivel mundial en términos de capitalización bursátil. Desarrolla actividades en Perú, Ecuador, y especialmente en Venezuela, donde su inversión acumulada asciende según datos de la CEPAL a más de 1.100 millones de dólares. Otra petrolera, Sinopec, dedicada también a la extracción de gas, actúa en Brasil, Colombia y Argentina. Su inversión acumulada en Brasil es superior a los 11.000 millones de dólares, también según CEPAL. En Argentina, ronda los 2.000 millones. Sinopec ha celebrado contratos con la brasileña Petrobras que superan los siete mil millones de dólares. Algunos de estos contratos fueron clave en las acusaciones contra Dilma Rousseff que terminó con su impeachment en 2016. Si bien la expresidenta no fue afectada directamente, algunas denuncias de sobresueldos y “pagos extras” en estos contratos salpicaron a figuras del Partido de los Trabajadores, a Aécio Neves del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y al expresidente Michel Temer. Otra petrolera china, Sinochem, actúa en Brasil y Colombia, con una inversión acumulada aproximada de 3.000 y 800 millones respectivamente.

Las empresas chinas han sido fundamentales en el crecimiento de las economías de América Latina durante las últimas décadas. Sin embargo, la mayoría de las críticas se dirigen a que no generan trabajo local genuino en la misma magnitud que sus ganancias. En caso de que el banco estatal de China entregue un préstamo económico a algún país latinoamericano con el objetivo de construir una pieza concreta, el trabajo deberá ejecutarse necesariamente por compañías de origen chino. Un ejemplo de ello es la estación espacial destinada al monitoreo de la actividad lunar ubicada en la provincia argentina de Neuquén. O el caso de la empresa estatal china de ingeniería y construcción Sinohydro, que opera en Ecuador, Venezuela y Perú, dedicada a la construcción de centrales energéticas. La  estación espacial en Argentina es la primera que China instala fuera de su territorio. Es objeto de polémica permanente debido a numerosas solicitudes, siempre denegadas, por parte de diputados y senadores de distintos sectores de la oposición para recorrer su interior. Al estar exenta del control del Estado argentino y depender exclusivamente de China, la planta ha generado algunas preocupaciones sobre si constituye o no una violación a la soberanía del país.

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La República Popular China actualmente también es el primer socio para Cuba en lo que respecta a importación y exportación de bienes. Su relación va más allá de los numerosos préstamos que el gigante asiático le ha otorgado a la isla. La petrolera Sinopec ha celebrado contratos con la empresa estatal cubana del mismo rubro, Cupet, para desarrollar la industria petrolera. A su vez, tienen distintos acuerdos en aéreas destinadas a la biotecnología, y a la extracción de niquel. En los últimos años, a cualquiera que visita la isla le llama la atención la gran cantidad de motocicletas eléctricas que pueden verse circular por las calles de sus ciudades, especialmente en La Habana y Villa Clara. Es en esa última localidad donde una empresa, Ángel Villareal Bravo, ensambla motos eléctricas con componentes que se importan de China. Las motocicletas Top Rank, de origen íntegramente chino, también pueden encontrarse transitando por la isla.

El intercambio comercial entre ambos países supera los 2.500 millones de dólares y se basa especialmente en el sector turístico de la isla. Muchos de los automóviles en Cuba dedicados a esta actividad, pertenecen a distintas marcas chinas. Según datos oficiales del gobierno cubano, constituyen el 65% de la flota automotriz del sector destinados a alquiler para visitantes de otros países. Entre ellas se encuentran: Maxus, GAC Motor, BYD, MG, Geely y BAIC. Empresas chinas dedicadas a la construcción de vehículos de grandes dimensiones como King Long y Yutong, a su vez, acaparan prácticamente la totalidad de los autobuses que se utilizan para el turismo. Si bien China y Cuba, ambos países gobernados hasta el día de hoy por un Partido Comunista, durante los años de la Guerra Fría tuvieron sus idas y vueltas debido a la volatilidad de las relaciones sino-soviéticas, tras la caída de la Unión Soviética se acercaron considerablemente.

No hay duda alguna de que, como hemos visto, el gigante milenario hace tiempo que viene desplegando una política de expansión económica hacía los países de América Latina y el Caribe. El año pasado, la inversión china directa en todo el continente fue superior a los 200.000 millones de dólares. En 2017, a su vez, el país registró un aumento de dos dígitos respecto de sus exportaciones e importaciones. Si bien el crecimiento no volvió a ser el mismo experimentado hasta 2014, las cifras siguen siendo superiores a la media mundial.

Aunque Jair Bolsonaro haya elegido a los asiáticos como uno de sus blancos preferidos para sus ataques durante la campaña presidencial, lo cierto es que China es hoy el socio comercial número uno de Brasil mientras que los Estados Unidos son el segundo. Sus empresas en el país suponen una actividad económica gigantesca y ya imposible de parar sin atenerse a consecuencias catastróficas. Lo mismo sucede en varios países de América Latina. Para Perú y Chile también representan el primer socio comercial. Para Argentina es el segundo, sólo superado por Brasil. El papel que vienen desempeñando las empresas chinas va más allá de lo económico. Actualmente son un brazo fundamental para los objetivos del gobierno de Xi Xinping de seguir profundizando su relación económica, política y cultural con América Latina.

*Maestrando en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina


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