Cómo ser útiles desde el llano

Cómo ser útiles desde el llano

 

Llevamos nueve años como asociación civil sin fines de lucro.
Nuestro objetivo general siempre fue el mismo: ayudar a generar trabajo de calidad en la base social.

Nos llevó tiempo entender cómo se consigue aportar sin ser funcionarios. Nos dimos cuenta de que hay que elegir alguna banda estrecha, de los numerosos frentes posibles, tratando de hacerse fuerte allí.

En esa búsqueda, construimos escenarios prácticos, innovando en la distribución y comercialización de bienes básicos; mientras en paralelo avanzamos en los análisis de la historia reciente, para entender las causas macro sociales de los problemas argentinos.

Ambos planos de la tarea no se realizan en abstracto. No estamos en una isla desierta, ni somos visitantes temporales de un país.

En tal marco, se hace inevitable tener en cuenta nuestra situación política y económica. Especialmente, es imprescindible entender la mirada de quienes pueden ejercer el gobierno, buscando administrar esa situación.

Como nunca, hay una polarización enorme, con dos opciones electorales, que ya han tenido oportunidad de gobernar y por lo tanto se puede inferir sus futuros ejes.

Por un lado, están quienes descreen de la acción colectiva y suponen al mundo como un enorme campo de competencia meritocrática, que en la práctica termina siendo un espacio de suma cero, donde lo que algunos pocos acumulan es básicamente extraído del trabajo o de las necesidades de las grandes mayorías.

Por otro lado, quienes intentan trabajar por el bien de toda la comunidad y asegurar una calidad de vida digna para todos y todas. Este ámbito, que es la pertenencia natural de una organización con metas como Construcción Colectiva, ha ido perdiendo progresivamente, a nuestro juicio, la capacidad de entender las causas básicas de los problemas sociales y, por ende, de cómo encarar su solución.

Sin ir más atrás en el análisis -cosa que podríamos hacer con iguales conclusiones- basta advertir que el período de gobierno 2003/15 tuvo su pico de bonanza hacia 2012 y no pudo evitar la derrota electoral de 2015. Recuperado el gobierno en 2019, no consiguió marcar rumbos confiables y cierra su gestión en 2023 con parámetros malos de inflación, distribución del ingreso y nivel de pobreza, que señalan una bajísima capacidad de conducción comunitaria.

Esos resultados no pueden ser explicados estructuralmente por la conducción política, que debe apelar para buscar ganar las próximas elecciones -por un sentido de supervivencia básico- a advertir a la población que sus contrincantes generarían mayor daño social, con su vocación por el saqueo patrimonial de los sectores medios y de bajos ingresos. Lo cual es cierto, pero es desalentador, en lugar de forjador de esperanza.

Reiteramos que eso sucede por el pobre diagnóstico, que se centra en la mala distribución del ingreso por abuso de poder empresario y deja totalmente fuera del radar la hegemonía multinacional en casi cualquier actividad productiva o comercial, relevante o no relevante, del país.

Este aumento de la confusión e impotencia en la dirigencia política propia ha viajado en dirección inversa a la búsqueda de sentido de nuestra modesta actividad de trabajadores sociales.

Hoy tenemos claras las consecuencias dañinas de la economía de mercado, en tanto la búsqueda del lucro como meta central ha convertido en negocios hasta las prestaciones más básicas para la supervivencia; ha dejado de lado la atención de varias necesidades comunitarias; ha perjudicado a sectores sociales y al ambiente por la diseminación de subproductos nocivos de la actividad productiva.

También tenemos claro que en el mundo crecen las llamadas Empresas Sociales para corregir las tres áreas de problema mencionadas. No son otra cosa que empresas cuyo objetivo es atender necesidades comunitarias que han sido distorsionadas por la economía de mercado o han sido desatendidas o han sido provocadas por ese capitalismo de fines objetables.

Como en otras etapas históricas, aparecen en diversos países los emprendimientos y luego la teoría que los justifica y promueve, en una espiral permanente.
Construcción Colectiva comenzó un trabajo que fue cobijado por la Secretaría de Políticas y Planeamiento del Mincyt, que lleva más de 30 meses y continúa. Primero, se caracterizó la Producción Social (PS), diferenciándola de otros conceptos similares. Luego se apoyó la creación de Parques de Producción Social, tarea en proceso. En la tercera y actual etapa, se está avanzando en profundizar numerosos aspectos de la PS en cada uno de los tres grupos mencionados.

Pero, además, y es muy importante, hemos construido vínculos con ámbitos institucionales que tienen que ver con la generación de tecnología (INTI e INTA) y con la atención de los grupos más necesitados (Ministerio de Desarrollo Social). En los tres casos hemos firmado convenios que nos habilitan a estudiar y proponer, además de actuar nosotros en el territorio, soluciones a problemas comunitarios a través de Empresas Sociales.
Esta responsabilidad -ultra resumida más arriba- es de gran dimensión; es permanente; tiene efectos sociales a la vista cuando se consigue el éxito. Nos permite, en consecuencia, construir los senderos que nos liberen de cualquier dependencia de una coyuntura política cada vez más dolorosa y, por momentos, hasta insoportable.

Se trata de aumentar día a día nuestro contacto con el tejido social donde sea que seamos convocados para pensar un problema. Se trata de aumentar nuestros saberes propios en Producción Social y construir con tenacidad más y más articulaciones con ámbitos ejecutivos nacionales, provinciales o municipales, con centros de pensamiento y acción, como pueden ser las universidades o las variadas organizaciones libres del pueblo.

Hacia allí creemos que debemos ir, más que quedarnos rumiando si tal o cual candidato -que terminaremos votando como la opción menos mala- aporta o no a nuestro ideario o se comprometerá con la justicia social en la dimensión necesaria. Son justamente nuestros pequeños aportes permanentes los que podrán servirnos a nosotros y a los demás, para alejar cualquier idea de resignación o de impotencia.

Para perfilar mejor nuestra imagen ante la comunidad, finalmente, haremos algunos pequeños cambios en nuestras siglas. Iniciaremos la gestión para que nuestra asociación esté inscripta como: AC sin fines de lucro Construcción Colectiva para la Producción Social.

Y a nuestra sigla de uso cotidiano (el IPP) la mutaremos a IPS: Instituto para la Producción Social, reduciendo así confusiones sobre nuestro mensaje y a la vez convocando a aclarar el enigma -para muchos- de qué es la Producción Social, donde interesa centralmente el fin comunitario de la producción y no solo los protagonistas, como podía sugerir el IPP.

Esperamos que nos sigan acompañando en reflexiones, debates, también en el hacer, que promuevan el aumento del número de socios, para que todos y todas hagamos carne que la tarea social no termina -ni siquiera empieza- en un cuarto oscuro y una urna.

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