En junio de 1918 la juventud universitaria de Córdoba inició un movimiento por la genuina democratización de la enseñanza, que cosechó rápidamente la adhesión de todo el continente. Esta gesta, conocida como Reforma Universitaria, es uno de los mitos de origen de la Córdoba del siglo XX, y uno de los puntos de partida de su entrada en la modernidad. La utopía universitaria del 18 se anticipó en medio siglo al famoso “Mayo Francés” y extendió su influencia a todas las universidades argentinas y latinoamericanas.
Las reivindicaciones reformistas bregaban por la renovación de las estructuras y objetivos de las universidades, la implementación de nuevas metodologías de estudio y enseñanza, el razonamiento científico frente al dogmatismo, la libre expresión del pensamiento, el compromiso con la realidad social y la participación del claustro estudiantil en el gobierno universitario.
A finales de 1917, en Córdoba los estudiantes se movilizan cuestionando la legitimidad del rector y de los decanos y denuncian que los reglamentos universitarios son vetustos y autoritarios, pero estas presentaciones estudiantiles fueron rechazadas reiteradamente. En diciembre, el Centro de Estudiantes de Medicina de la Universidad de Córdoba impugna la supresión del internado en el Hospital de Clínicas, “por razones de economía y moralidad que no existen”.
En marzo de 1918, los estudiantes cordobeses continúan con sus protestas. Se organiza el Comité Pro-Reforma, presidido por Ernesto Garzón, Horacio Valdéz y Gumersindo Sayago. El Consejo Superior decide “no tomar en cuenta ninguna solicitud estudiantil” y el rector cierra las puertas de la llamada Casa de Trejo.
El 11 de abril se conforma la Federación Universitaria Argentina (FUA), con representantes de las universidades de Tucumán, Santa Fe, Córdoba, La Plata y Buenos Aires, poco después de inciado el congreso, la policía reprime con violencia a los estudiantes. Por la noche, y ante la gravedad de los sucesos que se producían en Córdoba y luego de recibir a los dirigentes estudiantiles, el presidente Hipólito Yrigoyen decreta la intervención de la Universidad y designa a Nicolás Matienzo para ejercerla.
Matienzo reformó el Estatuto reemplazando al de 1893, al que calificó de restrictivo y se llama a una nueva Asamblea Universitaria convocada para el 31 de mayo. Durante ese mes se eligieron democráticamente los decanos de las tres facultades que existían entonces (Derecho, Medicina y Ciencias Exactas), triunfando los partidarios de la Reforma. Emilio Caraffa fue proclamado vicerrector y se trasladó para el 15 de junio la elección del Rector. Estos antecedentes indicaban que ese día Enrique Martínez Paz, abanderado de la Reforma, sería consagrado Rector, pero sorpresivamente y olvidando el compromiso contraído con los estudiantes, los consejeros eligieron a Antonio Nores, candidato de la asociación clerical “Corda Frates”. Los estudiantes, sintiéndose traicionados, irrumpieron en el salón e impidieron la consumación del acto. Enseguida declararon una nueva huelga.
El 17 de junio, Nores asume el rectorado y se registran hechos de violencia. La Federación Universitaria de Córdoba reclamó su renuncia y el 21 de junio se difunde el célebre Manifiesto a los Hombres Libres de Sudamérica, redactado por Deodoro Roca, uno de los líderes del movimiento estudiantil. Ante las protestas y las movilizaciones, el 11 de julio el Consejo Superior clausura la Universidad.
El 21 de julio inicia sus sesiones el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, convocado por la FUA en Córdoba, proclamando la necesidad de autonomía, gobierno tripartito, asistencia libre, régimen de concursos y periodicidad de la cátedra, entre otras demandas. Ante la ingobernable situación, Antonio Nores renunció al Rectorado, acompañado por numerosos profesores. Se suceden las manifestaciones estudiantiles y el gobierno de Yrigoyen, haciéndose eco de las protestas, designa como interventor en la Universidad de Córdoba a José Salinas, quien da lugar a muchas aspiraciones estudiantiles, como la reforma del estatuto, y acepta la renuncia de numerosos docentes. Fue entonces que muchos reformistas accedieron a las cátedras, entre ellos Arturo Capdevila, Deodoro Roca, Arturo y Raúl Orgaz.
A mediados de 1920, Gabriel del Mazo, presidente de la Federación Universitaria Argentina, firmó un convenio con su par de la Federación de Estudiantes del Perú. Allí se comprometieron a intensificar el intercambio intelectual, a solidarizarse con la reforma de la enseñanza, a luchar por el sostenimiento de universidades populares, a propagar el ideal de americanismo y a realizar periódicamente congresos internacionales estudiantiles.
En diciembre del mismo año, se firmó otro acuerdo con los estudiantes de Chile. También se organizó el Primer Congreso Nacional de Estudiantes del Perú, que pidió la creación de la Universidad Popular y recomendó la organización de escuelas de indígenas.
A este Congreso siguió la convención de estudiantes de Chile y el Primer Congreso Internacional de Estudiantes, celebrado en México, en 1921. En esa oportunidad, se hizo hincapié en la lucha por la justicia político-económica, la difusión de la cultura, la solidaridad estudiantil, el establecimiento de universidades populares, el cogobierno y la asistencia libre. De esta manera, en la década del 20, la Reforma se había puesto en marcha en toda Latinoamérica.
El Intra
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