“Mirá cómo nos ponemos”: la carta de la colectiva Actrices Argentinas

“Mirá cómo nos ponemos”

La colectiva Actrices Argentinas convoca a esta conferencia de prensa para acompañar la denuncia penal radicada en Nicaragua en la Unidad Especializada de delitos contra la Violencia de Género del Ministerio Público realizada por nuestra compañera Thelma Fardin contra Juan Darthes. Venimos trabajando, teniendo regularmente asambleas en las que reflexionamos sobre temas relacionados con nuestro oficio. Estas asambleas han dado un marco de contención para que podamos hablar y decir lo que nos pasa. Por eso hoy estamos acá.

Como ya sabemos, el movimiento de mujeres y otras diversidades sexuales se propone desterrar un régimen de violencia e impunidad sostenido tanto desde el Estado, como en cada espacio donde se juegan relaciones de poder. Están presentes en nuestros trabajos y lugares de formación.

El precio que nos ha sido impuesto a la hora de desarrollarnos profesionalmente ha sido el de callar y someternos. Según una encuesta reciente de SAGAI, el 66 por ciento de les intérpretes afirmó haber sido víctima de algún tipo de acoso y/o abuso sexual en el ejercicio de la profesión. Se parece más a una norma que a una excepción. Porque, ¿a quién vamos a denunciar? ¿Al jefe de casting? ¿Al dueño de la productora? ¿Al director de la obra o película? ¿Al maestro de teatro?

Es sabido que éste es un fenómeno que ha sacudido internacionalmente a la industria del espectáculo y es funcional a ella. Hoy decimos Basta. Escúchennos: el tiempo de la impunidad para los abusadores debe terminar.

Las actrices somos ignoradas al denunciar y exponer los abusos. Se duda sistemáticamente de nuestras voces, de nuestros testimonios. En nuestro ámbito laboral se nos aísla frente a vivencias traumáticas que están naturalizadas, que llevan a veces años identificar y poner en palabras. Mientras tanto, el abusador habla, actúa y trabaja con total impunidad, y pretende hacer a la víctima responsable de su propio abuso.

En nuestro medio, la opresión y cosificación son moneda corriente. Se erotiza y sobreexpone a niñes y adolescentes en la industria del entretenimiento. Estamos casi siempre desprotegidas por quienes nos contratan. Por ejemplo, se envía a menores de edad de gira sin tutelaje suficiente y adecuado. En nuestro medio no hay protocolos de acción frente a casos de abuso; y la lista podría seguir, es inmensa.

Necesitamos herramientas para enfrentar estas cuestiones que además se ven agudizadas por la precariedad laboral y la falta de trabajo. Contra todas esas formas de violencia y para que esto cambie, nos ponemos a trabajar desde hoy para dar esa batalla.

Donde la Justicia y el Estado obstaculizan, desestiman, demoran, estigmatizan a las víctimas o fallan en forma aberrante a favor de los victimarios, como en el caso de Lucía Pérez, nos convocamos para decir basta. Porque el tiempo del silencio se terminó.

Asimismo, deploramos que algunos medios intenten llevar la atención hacia el costado más morboso de los conflictos mientras acallan las problemáticas laborales de fondo. Se vuelven cómplices. Le pedimos a la prensa responsabilidad en el seguimiento de este tema y de otros similares.

Los abusadores tienen el privilegio de utilizar el sistema de justicia para disciplinarnos. Buscan callarnos iniciando contra quienes se atreven a romper el silencio causas por daños y perjuicios o denuncias penales, Mientras las víctimas sufren las prescripciones, dilaciones, malos tratos y descreimiento por parte del aparato judicial.

Thelma pudo radicar la denuncia penal en la justicia pero otras compañeras que narraron haber sido violentadas por el mismo sujeto, no pudieron avanzar judicialmente.

La Justicia no actúa con perspectiva de género. Animarse a hacer una denuncia es un acto arriesgado cuando el Poder Judicial nos pone en el banquillo de las acusadas preguntando cómo nos vestimos, qué tipo de vida llevamos o si provocamos los ataques. Frente a este maltrato, esta indiferencia y mordaza legal, las actrices nos organizamos.

Frente al Mirá como me ponés, nosotras decimos Mirá como nos ponemos, nos ponemos fuertes, unidas, frente a tu violencia y tu impunidad, estamos juntas.

Que se haga justicia por nuestra compañera y por todes.

Esto recién empieza.

Página|12


Mirá cómo nos pusimos

“Mirá cómo nos ponemos”, dicen las actrices a la cámara. Mal que les pese a quienes buscan la espectacularización de la violación, no se lo dicen sólo a Juan Darthes. La valentía de Thelma Fardin es abrazada por la valentía de todas las otras, de un colectivo de mujeres que se unió para decir basta, para decir esto recién empieza, para decir no nos callamos más.

Hace una semana Thelma viajó a Nicaragua con una amiga. Ante una fiscalía de género denunció a Darthés por violación.

Las denuncias se hacen en el país donde se cometió el delito. Thelma contó que el actor abusó de ella durante una gira del elenco de Patito Feo en mayo de 2009. Ella era menor de edad. Él era único adulto del elenco en la gira.

Pero las actrices que miran a cámara no le dicen ‘mirá cómo nos ponemos’ solo a él. Le hablan a quienes, luego de tres denuncias, le siguieron dando protagónicos a Darthes. A los medios que ocultaron la voz de las víctimas, a los que intentaron denigrarlas, a los que siguieron reproduciendo el acoso. Le hablan a quienes nunca les creyeron.

Y le hablan también a una industria que históricamente las silenció, las cosificó, las desprotegió. Ellas mismas lo expusieron en el documento que presentaron hoy: “Según una encuesta de SAGAI, el 66 por ciento de les intérpretes afirmó haber sido víctima de algún tipo de acoso y/o abuso sexual en el ejercicio de la profesión. Se parece más a una norma que a una excepción. Porque ¿a quién vamos a denunciar? ¿Al jefe de casting? ¿Al dueño de la productora? ¿Al director de la obra o película? ¿Al maestro de teatro?”.

Un movimiento colectivo

Cuando terminó la conferencia las cámaras abandonaron la sala. Sobre el escenario las actrices formaron una ronda de abrazos. “Ahora que estamos todas / ahora que sí nos ven / abajo el patriarcado / se va a caer / se va a caer”, cantaban.

La prensa habló del “Me too argentino”, que fue tendencia también en redes sociales. Ignoran que en el país el movimiento feminista salió a la calle a gritar Ni Una Menos mucho antes de que Hollywood se vistiera de negro. Que la denuncia conjunta de No nos callamos más sacudió al mundo del rock y se expandió a otros espacios. Ignoran también que las actrices se empezaron a organizar para pedir por el aborto legal.

No se trata de copyrigth, sino de entender que la denuncia pública de hoy es parte de un devenir colectivo. No es una denuncia individual: es un movimiento que quiere cambiarlo todo. “Mirá cómo nos ponemos”, así en plural, no es solo un tema de la actrices, no es solo un tema de un acusado de violación llamado Juan Darthes.

La primera vez que se reunieron eran 20. Juntas posaron en la foto con sus pañuelos verdes. Salieron entusiasmadas. Querían hacer algo más. Empezaron a convocar y en menos de 48 horas ya eran más de 400 que se sumaban a luchar por el derecho a decidir sobre sus cuerpos.

La segunda foto fue frente al Congreso. Iban a llevar la carta a diputados y diputadas. Venían hablando con diputadxs sororxs por Whatsapp y en las escalinatas eran más de 200. Estaban convencidas de que su trabajo podía incidir en la votación. Laura Azcurra se emocionó y se lo dijo a Marina Glezer. “El Senado va a ser lo difícil”, contestó ella. Ahora a Marina el recuerdo le pone la piel de gallina.

“Entendimos que todas juntas tenía una potencia muy fuerte y eso prevaleció a cualquier ruptura”, dice Marina. “Nos fuimos instruyendo en feminismos, creando comisiones y dando valor a que el actor cultural tienen la capacidad de transformación social”.

Durante el último año, las actrices se reunieron en asambleas semanales y en momentos de mucho trabajo, quincenales. Primero, en las casas de algunas de ellas. Después, en teatros, bares y centros culturales.

Jazmín Stuart es parte del grupo desde la primera foto. Cuenta que las asambleas son el núcleo de la organización. “Es el momento donde nos vemos cara a cara, hacemos pie y nos reencontramos”, dice.“Es nuestro espacio de reunión, intercambio, diálogo, pero sobre todo es el espacio de decisión”.

“Lo que tiene esta reunión es que es una profesión que cuenta con mucha difusión y está buenísimo esa llegada para estos temas”, dice Julieta Zylberberg.

Fueron aprendiendo de los errores. Poder crear redes con otras organizaciones, formarse en feminismos, reunirse con referentes, buscar una representación federal y alianzas internacionales. Desde ayer, cuando anunciaron la conferencia de prensa, recibieron llamados y mensajes pidiendo algún dato, un adelanto, una primicia. En algunos medios se dijo que se estaban “haciendo las misteriosas”. El protocolo fue implacable: respetar la voz de una víctima y acompañar su proceso prevaleció a cualquier presión externa.

Romper el silencio

Sola, sin contención, cuando tenía 16 años Thelma no puedo decir. Muchas no pueden decir. Las que se animan a romper el silencio se enfrentan a una maquinaria horrible, tan perversa como el abusador. Ya lo escribimos en estas páginas: cuando Calu Rivero alzó la voz, los medios hablaron de “supuesto” acoso. Hablaron de que Calu hizo “catarsis”. A los medios no les pareció suficiente publicar la carta. Tuvieron que decir que Calu estaba siendo “dura” y “tremenda” con el hombre que la acosó. ¿No habrá sido más duro y tremendo ser acosada y, encima, tener que callar 5 años por miedo a la condena, a la falta de contratos, al ataque violento de los dueños de la moral y las buenas costumbres?

“El silencio produce efectos que sobrepasan el hecho violento vivido por unx sujetx en un momento dado, que lo desbordan y a su vez lo mantienen a lo largo del tiempo. Es una de las formas en que actúa lo que Freud llamaba lo siniestro , eso terrorífico pero que es al mismo tiempo familiar, y que gracias al silencio se asegura seguir ejerciendo violencia”, dice la psicóloga Ana Larriel.

“La herida aunque quede tapada, silenciada y oculta desde las sombras sigue produciendo efectos, y cómo nos dicen J.M Gaudillière y Françoise Davoine “Lo que no se puede decir no se puede callar”. Y lo que no se puede callar no cesa de producir ruido para ser escuchado”.

“Un espacio colectivo posibilita que rompa ese pacto de silencio, habilita las condiciones de posibilidad para que la palabra emerja, exista y sea escuchada. Nombrar hace posible, como decía Fernando Ulloa, drenar, aliviar y curar el absceso de lo siniestro. Nos hace posible reparar el dolor. La palabra es un camino hacia la reparación subjetiva , que no solo contiene al sujetx , sino que habilita el camino para otrxs”.

Thelma hoy dijo : “Gracias a que alguien habló yo hoy puedo hablar”.

El tiempo del silencio se terminó.

Cosecha Roja


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